Principal

Victoria de la esperanza: exguerrilleros, exparas, policías y víctimas vieron juntos partido Colombia vs. Japón

Fue un hecho único en la historia de Colombia que volvió realidad la película de 1998 Golpe de Estadio en la que antiguos enemigos –pero compatriotas al fin y al cabo– se juntaron a ver un partido de la selección nacional de fútbol.

Ocurrió el martes 19 de junio y aunque en la cancha rusa fue una derrota en las montañas de Antioquia el triunfo fue de la reconciliación.

 

Texto y fotos Jonathan Jiménez Hernández – jjimen43@eafit.edu.co

A pesar del mal comienzo de la Selección Colombia en el Mundial de Fútbol de Rusia, tras caer 2-1 frente al equipo de Japón, en la zona veredal de Llano Grande –en el municipio antioqueño de Dabeiba– hay esperanza. Y no solo en que el equipo que dirige el argentino José Néstor Pékerman logre avanzar a la siguiente fase del torneo, sino en que desde este territorio se siga cultivando la paz.

Llano Grande es una de las 23 zonas veredales que hay en Colombia. En estos lugares se evidencia que los miembros de las antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc, siguen dispuestos -a pesar de los tropiezos- a continuar el proceso de paz y a reincorporarse definitivamente a la vida civil.

A las 6 de la tarde del lunes 18 de junio, a esa región del Occidente de Antioquia comenzaron a llegar periodistas de distintos medios del país. A pesar de la neblina y de los 16 grados centígrados, el ambiente que se sintió fue cálido, de optimismo, y se vio reflejado en las casas donde se escuchaban champetas y vallenatos de Diomedes Díaz y de Farid Ortiz.

Golpe de Estadio 2 – Fútbol por la Reconciliación fue el nombre de este evento de reconciliación promovido organizaciones de muy diverso tipo, públicas y privadas, nacionales e internacionales, y por grupos de la sociedad civil.

El acto logró reunir a exmiembros de distintos actores del conflicto armado que antes era imposible juntar.

Con los colores de la bandera nacional se tiñó la tienda veredal para observar el debut de la Selección Colombia frente a Japón.

La previa: calentamiento para la paz

–¿Parce, ¿qué es lo que hay aquí? –preguntó un joven de unos 16 años a su compañero.

–Yo creo que vamos a ver una película –le respondió un muchacho un poco mayor, quizá de 18 años.

Empanadas, salchichones y arepas se fritaron en la entrada de la tienda veredal donde se iba a proyectar la película Golpe de Estadio, dirigida por Sergio Cabrera y que se lanzó en el año 1998. Cabrera estuvo presente en el acto y, junto a él, víctimas y antiguos victimarios del conflicto armado.

Aquella película no estaba basada en una historia real. Su director recordó que la cinta relataba los enfrentamientos entre un grupo guerrillero y un comando de la fuerza pública en un pequeño caserío de Colombia que en la película se llamó Nuevo Texas.

A pesar de los constantes enfrentamientos armados que se presentaban en ese pueblo, los ataques disminuyeron cuando los bandos en disputa se interesaron en ver por televisión las eliminatorias para el Mundial de Fútbol de Estados Unidos en 1994.

El último partido clasificatorio para Colombia, que se jugaba contra Argentina, terminó siendo la excusa para que ambos grupos hicieran una tregua temporal, para que acordaran un cese al fuego.

De esa forma, guerrilleros y policías vieron el encuentro que le dio el tiquete a la Selección Colombia a tierras norteamericanas al golear 5-0 a la selección de Argentina en su propia casa, en la ciudad de Buenos Aires.

Con una sonrisa para los aficionados cafeteros finalizó el primer tiempo del partido. El director de cine Sergio Cabrera -de chaqueta roja- vio en la realidad lo que propuso hace 20 años como ficción en una película.

La película se presentó y terminó entre aplausos y esperanza. El deseo fue que, al día siguiente, la selección Colombia lograra su primera victoria en el estadio de Mordovia Arena, en Saransk, capital de la república de Mordovia, en el Mundial de Rusia.

“En Colombia es más fácil conseguir un arma que entregarla y las Farc lo hicieron. Por eso es necesario rodear de apoyo el proceso de paz y que el presidente electo entienda que la paz es un mandato y que este mandato estuvo a la altura por los señores de las Farc”, dijo uno de los hombres que años atrás combatió a las Farc con más fuerza.

Era Iván Roberto Duque, más conocido por su otro nombre de batalla, Ernesto Báez, uno de los excomandantes de las Autodefensas Unidas de Colombia, una organización paramilitar contrainsurgente de extrema derecha.

A su lado estaba sentado José Lisandro Lascarro, apodado Pastor Alape, uno de los antiguos comandantes de la guerrilla de las Farc. Él agradeció las palabras de Duque y fue enfático en afirmar que en Colombia sí se puede vivir en paz:

“Con estas actividades buscamos darle un mensaje al país y es que las comunidades en estos territorios están comprometidas con la paz. Le queremos mandar un mensaje a Colombia y decirles que la paz sí es posible. Esto es un sueño en el que toda la gente pueda integrarse, reconciliarse y poder transformar su vida”.

El diálogo siguió y el valor de la reconciliación fue planteado por todos los que hablaron.

“Yo creo que hoy de la ansiedad no vamos a dormir. Nos vemos mañana a eso de las 6 de la mañana”, dijo una de las colaboradoras de Naciones Unidas.

Horas después, a eso de las 4 de la mañana, y en medio del silencio, se escuchó la canción Mi hermano y yo, interpretada por Poncho Zuleta, que cuenta esta historia:

Por qué cuando escucho mi triste acordeón
quisiera reírme y quisiera llorar
porque cuando escucho a mi hermano cantar
quisiera una copa llena de licor.
Quisiera un momento olvidar el dolor
que pasen las penas y sentirme feliz

al lado de mi hermano
con quien he batallado
para poder vivir.

Al lado de mi hermano
con quien he batallado
para poder vivir.

Muchas veces que la gente no sabe 
qué ratos tan amargos por culpa del folclor
sin embargo soy un hombre incansable
y vivo enamorado de mi pobre acordeón.
Así mismo, bastantes cosas grandes
momentos agradables
y ratos de derroche…

En medio de la neblina y el frío, la música se extendió hasta las 7 de la mañana, hora del esperado encuentro de Colombia contra Japón. Había buena energía y esperanza para el debut del equipo nacional en Rusia.

La alegría de Pastor Alape, como la de todos los colombianos, se desvaneció rápidamente. A los 5 minutos Shinji Kagawa, desde el punto penal, dejó en silencio a todo un país.

Primer tiempo: el baldado de agua helada

A las 6 de la mañana ya se veían muchas camisetas de Colombia y algunos aseguraban no haberse duchado debido al inclemente frío. La tienda donde se había proyectado la película estaba decorada con globos amarillos, azules y rojos, y comenzaba a recibir gente para presenciar el encuentro del equipo tricolor: el lugar se volvió una mancha amarilla.

En la primera fila se situaron personas con historias muy distintas debido al conflicto armado que podrían ser capitanes de una selección Colombia de la reconciliación: los mencionados Pastor Alape y Ernesto Báez; Teresita Gaviria, líder de las Madres de la Candelaria, organización de mujeres que reclama a sus hijos desaparecidos por causa del conflicto armado; Yolanda Perea, vocera de la Mesa Nacional de Víctimas… Junto a ellos, más víctimas y antiguos victimarios de esta guerra.

Ahora, todos estaban juntos y unidos para apoyar a la Selección Colombia.

A las 6:55 salieron los equipos a la cancha en Rusia y en Llano Grande los presentes comenzaron a frotarse las manos. Todo era ansiedad.

Al sonar el himno de la República de Colombia, todos en la tienda se pusieron de pie y cantaron. Al finalizar aplaudieron y alguien soltó un grito de júbilo: ¡Vaaaamoos mi patria, vamos carajo!”

Una vez el árbitro se puso el pito en la boca, la gente aplaudió emocionada.

Como en el resto del país, la emoción duró dos minutos: Carlos Sánchez evitó el gol en plena área metiendo su mano. Penal para los japoneses y expulsión para quien cometió la infracción: apenas empezando, el equipo nacional quedaba con 10 jugadores y el balón apenas con el arquero a 11 metros de la portería.

–¡Aaayyy Dios mío! –se quejó una señora.

–¡Tápelo, tápelo! –gritó un hombre.

Minuto 5 y Japón marcó el primero, 1-0 perdía Colombia. Baldado de agua fría para todo un país.

–¡Vamos que sí se puede! –gritó otro hombre que estaba sentado tomándose una cerveza a esa, la hora del desayuno.

Tres minutos más tarde, alguien le gritó a Ernesto Báez: “¡Vaaamos Ivancho, eso lo empatamos!”

Y por poco se igualan las acciones: Falcao García remató al arco, pero el portero japonés detuvo el balón.

–Qué nombres tan raros tienen esos chinos, güevón –comentó en secreto un hombre a otro. Minutos más tarde, por poco llega el segundo gol japonés: el balón pasó muy cerca del arco colombiano.

A los 24 minutos el equipo tricolor se acercó: “No es más Japón que Colombia”, afirmó el comentarista del Gol Caracol, Javier Hernández Bonnet, y el comentario despertó tímidos aplausos.

La esperanza volvió para los colombianos con el gol de tiro libre de Juan Fernando Quintero a los 38 minutos del primer tiempo. Todos los presentes, como en la película Golpe de Estadio, se abrazaron sin importar quiénes habían sido antes.

Pura tensión

Seis minutos más tarde se presentó una sustitución en Colombia: salió Juan Guillermo Cuadrado e ingresó Wilmar Barrios. Desconcierto total en la tienda de Llano Grande.

–¡Qué cambios tan chimbos! –gritó furioso un joven de unos 22 años.

Al minuto 37 llegó el empate de Colombia: magistral tiro libre rastrero de Juan Fernando Quintero que no vio la barrera nipona. A pesar del esfuerzo del portero Eiji Kawashima, el balón se introdujo en la red: 1-1. Abrazos, aplausos y hasta lágrimas por el empate del equipo cafetero.

“Ni con el hombre de más en el terreno ha sido más Japón que Colombia. Nunca”, dijo por la televisión el narrador Javier Fernández. Con el marcador igualado concluyó el primer tiempo. Las personas salieron de la tienda comunal con esperanza, alegría y fe.

–Vamos bien –comentó uno de los excombatientes de las Farc.

–Yo hasta que no hagan más goles no me siento tranquilo. Estos partidos así me estresan– aseguró una mujer de cabello crespo y de unos 29 años.

El tiempo de descanso en el partido sirvió para que los exmiembros de las autodefensas, las Farc y el Ejército Nacional de Liberación (Eln) que se encontraban allí reunidos, se volvieran comentaristas: los periodistas presentes empezaron a entrevistarlos sobre cómo analizaban el partido.

Ernesto Báez recordó sus vivencias en los mundiales en tiempos de conflicto: “Los anteriores mundiales me tocó vivirlos o en la cárcel o en los campamentos de las Auc en el Alto Sinú o en el Catatumbo. Yo este escenario no lo pensé jamás. Nunca se me pasó por la mente que iba a venir a una zona histórica de las Farc y viera un partido de fútbol con ellos”.

Así mismo, destacó el avance que se ha logrado con el proceso de paz y afirmó:

“No imaginé que iba a compartir alimentos con la gente de las Farc y a dormir aquí en paz. Eso es inédito en la vida mía: después de 26 años de guerra todavía me resisto a pensar que este momento sea cierto”.

De la misma manera recordó cómo personas que habían sido sus enemigos, hoy estaban unidos a él por una misma camiseta:

“Dos de los objetivos militares más codiciados por Carlos Castaño eran Pastor Alape e Isaías Trujillo, de manera que tantos años buscándolos para darles de baja y encontrarlos hoy aquí pero para darles un abrazo. Esa ha sido una experiencia muy linda que le debe demostrar a Colombia y al mundo que los ímpetus por la paz son más poderosos que las inclinaciones por la guerra”.

El exguerrillero y hoy miembro de la Dirección Nacional del partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común y delegado al Consejo Nacional de Reincorporación, Pastor Alape, habló en el entretiempo sobre cómo había sido su vivencia en el pasado Mundial de 2014 en Brasil:

“El último mundial lo viví en el Chocó en el marco de la clandestinidad con todos los sentidos atentos para que no fuese a aparecer ningún bombardeo, que no nos fuera a aparecer una patrulla del Ejército y nos asaltara en medio de las emociones del torneo”, recordó Pastor Alape.

 Según él, “era con un ojo y un oído al frente del televisor y con los otros en la selva pendientes del ruido de los aviones y de los sitios más fáciles por los que nos podía asaltar el enemigo”.

Miembros de la iglesia católica también participaron en la organización de este encuentro por la reconciliación. Luisa Benítez, una monja de unos 60 años, relató las distintas actividades que se han realizado en esta vereda:

“Desde el primer momento en que llegaron aquí fueron bien recibidos por la comunidad de la vereda, todo lo comparten. Este no es el primer partido que ven con las personas de aquí, ya han compartido encuentros a nivel veredal. Pero no solo eso, también festejan el Día de la Madre juntos, fiestas de la comunidad, todo lo celebran en conjunto”.

Desde la creación de esta zona veredal, hace unos 16 meses, la miembros de la iglesia católica han acompañado a la comunidad y al proceso de paz en ese lugar.

Segundo tiempo: silencio monumental

La esperanza regresó a los colombianos cuando se inició la segunda mitad del partido. De nuevo, los espectadores aplaudieron, otros conversaron y algunos tomaron fotografías.

Al minuto 53 Japón tuvo la oportunidad de marcar el segundo gol, pero el portero David Ospina lo evitó. Lluvia de aplausos para el arquero antioqueño.

Cinco minutos más tarde se produjo la segunda sustitución. Se retiró el autor del gol, Juan Fernando Quintero, e ingresó el volante cucuteño James Rodríguez, una de las máximas figuras de la tricolor.

Una vez se anunció el cambio, todos los presentes se pararon para recibir con aplausos al jugador que hoy milita en el Bayern Munich, de Alemania.

“Con James será a otro precio”, aseguró el comentarista Javier Hernández Bonnet. Vaya bulto de sal: minutos más tarde llegó el segundo gol de los asiáticos.

Silencio monumental en el lugar. A una de las personas a las que se le notó la frustración fue a Ernesto Baez, quien se puso las manos en la cara y se limpió los ojos encharcados. Su rostro reflejaba tristeza e impotencia.

La dimensión del gol asiático fue tanta que a la tristeza se sumó el bostezo de unos y el sueño de otros. A los 77 minutos Colombia tuvo un par de llegadas que hicieron despertar al público; sin embargo, el balón no ingresó al pórtico contrario.

A los 90 minutos el juez anunció 5 minutos más de reposición, pero el conjunto de José Néstor Pékerman no fue capaz de empatar. Pitazo final. 1-2, victoria para Japón, que de paso se desquitó de la goleada 4-1 recibida del equipo colombiano hace cuatro años en el Mundial de Brasil.

En el lugar se contrastaron rostros de aburrimiento con otros que, esperanzados, decían que aún nada estaba perdido.

Rostros de tristeza y dolor se evidenciaron cuando el árbitro nacido en Eslovenia, Damir Skomina, señaló el final del encuentro. El exlíder paramilitar Ernesto Baéz –de gorra- fue uno de los que más lamentó la derrota.

Tercer tiempo: podemos seguir viviendo en paz

Para expertos del fútbol como Víctor Luna, el exdirector técnico del Deportivo Independiente Medellín y campeón con el mismo en el año 2002 –luego de 45 años de sequía– ver juntos el partido de Colombia significaba volver a unir a un país:

“Esta experiencia nunca la había vivido y le doy gracias a la vida por darme la oportunidad de estar acá y de ver las personas como ven el mundo. Sin embargo, es una pena para con ellos porque me duele que ellos en medio de las dificultades y las cosas que han enfrentado en la vida saquen el tiempo para ver el partido y no se logre el resultado”, aseguró el entrenador antioqueño.

El estratega paisa se refirió a la importancia del fútbol para congregar masas: “Este juego es muy grande y de mucha responsabilidad. Más de lo que la gente cree. El fútbol en este marco significa construir cosas con ellos, verlos en el estado de ánimo que están para seguir sumándole a un país que necesita que se una”.

Para Ernesto Béez la derrota en Rusia fue dolorosa: “Yo soy un gran aficionado al fútbol y espero que a Colombia le vaya bien porque cuando al país le va bien esa circunstancia feliz nos une a todos. Yo no era el único preocupado, seguramente que Pastor Alape también lo estaba, al igual que Isaías Trujillo. Todos lo estábamos”.

Y continuó: “Puede ser que nos distancien barreras ideológicas que colocan unas orillas muy distintas a otras, pero hay cosas que nos unen y una de ellas es la selección Colombia. Y repito, si al equipo le va bien, todos estamos unidos y felices”.

Luego del partido, la mayoría de personas se dispersaron. Entonces hubo un pedido especial; lo hizo en medio de lágrimas uno de los excombatientes de las Farc:

“Difundan este evento tan bonito. Por favor, ayúdennos, no queremos que se hagan trizas los acuerdos de paz. Ya no queremos vivir más en la guerra”.

Derrota en la cancha, victoria de la esperanza.

 

========================================================================

Los organizadores

Esta iniciativa fue posible gracias a la Mesa de Reincorporación de Antioquia, Gobernación de Antioquia, Agencia para la Reincorporación y Normalización (ARN), Oficina del Alto Comisionado para la Paz, Misión de Verificación de las Naciones Unidas para Colombia, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), Organización Internacional de Migraciones (OIM), Ejército Nacional, Policía Nacional, Aulas de Paz, Confraternidad Carcelaria de Colombia, Fucepaz, Corporación Nibaru, Consejo Nacional de Reincoporación, Partido Farc, Inder Medellín, Alcaldía de Dabeiba, Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación Llano Grande, Ictj, Proantioquia y comunidad de la región.

Comentarios