Una vida hecha sobre crónicas
Carlos Mario Correa, en la comodidad de su oficina, que bien podría ser un paraíso digno de cualquier lector apasionado, habló sobre la crónica como género periodístico y sobre su vida, dedicada a investigar, enseñar y desarrollar el arte de contar historias.
Por Mariana Becerra Arboleda – mbecerraa@eafit.edu.co
En el marco del Festival Gabriel García Márquez de Periodismo, Carlos Mario Correa moderó la charla “Por los nuevos caminos de la crónica latinoamericana”, en la que participaron los destacados cronistas Leila Guerriero, Julio Villanueva y Renato Cisneros.
Los invitados conversaron acerca la evolución que ha tenido la crónica en Latinoamérica y sobre la innovación y renovación que ha vivido en los últimos años.
Carlos Mario Correa, docente de EAFIT, especialista en periodismo investigativo y autor de libros libros como Préstame tus ojos (2004), Las llaves del periódico (2008) y La crónica reina sin corona: periodismo y literatura, respondió unas preguntas de Bitácora sobre lo que ha sido construir una vida a partir del arte de escribir.
¿Qué tan de la mano van la literatura y el periodismo?
«Todo el tiempo van de la mano la literatura y el periodismo, porque para mí el periodismo es un estilo de literatura. Hay una literatura periodística y hay una literatura de ficción.
La literatura periodística se basa en hechos reales, comprobables, con datos, con cifras, con declaraciones y con testigos, fáciles de ubicar y de definir en el tiempo y el espacio.
La literatura de ficción inclusive se basa también en hechos reales, lo que pasa es que hace un trabajo con el lenguaje, más artístico si se quiere, y toma caminos diferentes, pero todo el tiempo periodismo y literatura se encuentran, se complementan y se apoyan».
¿Y cómo se influyen el uno al otro?
«En una época se consideraba que era la literatura la que le aportaba al periodismo, por lo menos al narrativo, en la estructuración de la trama o en la organización cronológica, en la elaboración de relatos, en la construcción de escenas, en el perfil de personajes.
Hoy estoy seguro de que es el periodismo, por lo menos si miramos la novela contemporánea colombiana y latinoamericana, el que le está aportando más a la literatura.
Además, el periodismo narrativo es híbrido, no está encerrado en la condición de género. Es muy elástico y las posibilidades son enormes.
Podemos hablar más bien de una narrativa periodística, y cuando se habla de esta ya no existe el límite del género como la noticia, la entrevista y el periodismo de opinión que, en cambio, sí están muy limitados por su condición de géneros».
¿Qué tan importante es la crónica como género periodístico?
«La crónica, más que un género, es una narrativa. Es la expresión máxima del periodismo narrativo. La crónica es una narrativa antigua de la que han nacido otras narrativas, inclusive la crónica es anterior a la novela y al cuento y a los géneros periodísticos en general.
En Latinoamérica es una narrativa muy autónoma y muy potente, que permite un trabajo de autor con múltiples caminos, desviaciones y alternativas, no solo informativas, sino explicativas, interpretativas, personales e inclusive de entretenimiento y educación.
En ese sentido es una narrativa “amplísima”, porque no es exclusiva del trabajo de periodista, sino que permite que otros profesionales de otras áreas se apropien de su elasticidad y su versatilidad para hacer propuestas narrativas».
Con la aparición de las nuevas tecnologías y el cambio que estas han representado para el periodismo, ¿cuál cree que sea el futuro de la crónica?
«La crónica mantiene una apuesta por el texto muy clara, pero la crónica necesita el apoyo de otras formas de expresión. La crónica se va a enriquecer con la posibilidad del podcast, de la imagen fotográfica, del video.
El texto se va a enriquecer, sobre todo a la hora de publicarlo en Internet, pero en la crónica también hay que reconocer que en sus aspectos textuales tiene mucha fortaleza, porque es una literatura con una estética propia que le apuesta muy bien a la publicación en libro o en revista de nicho, como decir Universo Centro aquí en Medellín, Etiqueta Negra, Cromos, etcétera, con un público lector cautivo.
Revistas que acogen la crónica en su parte esencial la han reivindicado, defendido y promocionado en esa riqueza que tiene como texto».
¿Qué recepción han tenido los libros que ha publicado por parte de los lectores?
«Yo tengo varios libros diferentes, por ejemplo, Las llaves del periódico es una crónica personal, testimonial, autobiográfica. Préstame tus ojos es una selección de crónicas que yo recogí de mi paso por El Espectador, durante 13 años, que son las crónicas que yo quería ver juntas y en otro formato, como el libro.
Los otros tres libros son más que todo mis reflexiones sobre la crónica: La crónica, reina sin corona, que muestra la relación histórica entre literatura y periodismo; Aprendiz de cronista, que reúne un estudio preliminar y una selección de 67 crónicas de 20 periódicos universitarios; y Narradores del caos, que es una muestra de los temas recurrentes de la crónica latinoamericana contemporánea».
¿Cuál ha sido la diferencia entre escribir en un medio “grande” como El Espectador y otros medios más académicos o independientes como Nexos, De la Urbe y Universo Centro?
«La diferencia está en la agenda de los medios. El medio tradicional tiene una agenda muy cerrada, muy limitada a cinco o seis temas de coyuntura noticiosa, están muy centrados en el poder, en la política, en la economía, en el deporte y, sobre todo, en la noticia internacional, aunque se genere en el ámbito local.
En cambio, el otro tipo de periódico tiene una agenda muy variable, casi que más motivada por la agenda personal de cada colaborador».
¿Qué importancia tienen los medios académicos?
«Existen varios estilos de periodismo universitario. Por ejemplo, el periodismo universitario que se hace en los medios, no solo impresos, sino radiales y televisivos en las facultades de comunicación social y periodismo sirve de laboratorio de práctica a los estudiantes en formación.
Son, como decía García Márquez, “unos simuladores de vuelo”, que antes de salir a la vida laboral sirven a los estudiantes para sortear las dificultades que después se les van a presentar en el trabajo.
Son una forma de dar mayor entrenamiento a los periodistas en formación y de brindarles más herramientas, más habilidades y más criterios para que luego, en su desempeño profesional, tengan ya un camino allanado».
¿Por qué decidió dedicarse de lleno o casi por completo a la docencia?
«Por circunstancia de la vida, porque El Espectador lo cerraron en 2001 y la única opción que había era seguir en Bogotá. En ese momento ya estaba trabajando de profesor de cátedra en la Universidad de Antioquia y estaba estudiando una maestría en literatura y eso me estaba gustando mucho.
Pensé que me estaba rezagando de la formación intelectual y aproveché una crisis laboral para canalizarlo por el de la docencia, pero también el de la investigación, porque no solo soy docente, también hago investigación en periodismo y eventualmente sigo ejerciéndolo, y especialmente puedo ejercerlo en mi actividad como docente en EAFIT».