Un “pozo” de sabor peruano

Un peruano multifacético aterrizó en Medellín hace casi una década y hoy es pionero del fitbox en Medellín. Ha entrenado a más de 150 alumnos y es también un embajador de la gastronomía de su país. 

Es entrenador físico. Licenciado en Artes. Boxeador durante algún periodo de su vida, cocinero gourmet. Pintor. Tatuador. Poeta. Tiene  42 años y vive en el barrio Belén Fátima. Es un hombre robusto, de piel morena y pelo negro. Mide 1,54 metros y se llama Juan Pozo Ipanaque, un peruano que llegó a Medellín hace 8 años.

Las personas lo reconocen como artista, pero trabaja como preparador físico en el gimnasio El Castillo en la Avenida 33. Y gracias a su metodología de entrenamiento –que combina el boxeo con ejercicios funcionales, una alternativa al gimnasio convencional– se ha hecho un espacio en esta profesión, que antes no se practicaba en Medellín.

En Perú se dedicó desde los 15 años al boxeo. Perteneció a la liga profesional e incluso obtuvo un subcampeonato nacional. Y fue gracias a esa experiencia que hoy puede enseñar lo que se conoce como fitbox, donde se aplican los ejercicios del boxeo en el gimnasio.

Juan Pozo, en el gimnasio El Castillo, es pionero del Fitbox en Medellín.

Un entrenador casi psicólogo 

Todos los llaman “Pozo”. Es el corazón de El Castillo y desde que empezó a trabajar como instructor ha movido masas. En gimnasios anteriores entrenaba 150 alumnas. Ahora tiene 30 en clases personalizadas, lo que lo hace muy popular dentro de su categoría. Sobre todo, entre mujeres.

Sus dichos y frases ya célebres –“te voy a llevar donde tú nunca has ido”, dice al empezar sus entrenamientos–, deja a más de una pensativa. Muchos lo llaman el “psicólogo”, “el amigo”, “el pana”, porque le pueden contar sus problemas. Ha hecho que las personas lo busquen. “Un día sin Juan es un día perdido”, dice una de sus clientas.

Le interesa “transformar mentes por encima de lo físico”. Y es así como logra apasionar a las que entrena. Explica que no se trata de construir un cuerpo perfecto –para él, todos debemos aceptar que es bello, por encima de cualquier prejuicio– pero hacer ejercicio es ganar calidad de vida para la vejez.

Este peruano vino a Medellín por su pareja, una paisa a la que conoció por internet. Pero ella murió. Y él se enamoró otra vez, pero de la ciudad, y se fue quedando. Dice que ahora su familia es el gimnasio. Y como había trabajado como catedrático en la facultad de Diseño y Artes publicitarias durante 10 años en Perú, en Medellín también se involucró con el arte desde su llegada y trabajó un tiempo en el Palacio de la Cultura como capacitador pedagógico.

Todas sus clientas coinciden en que su sonrisa es particularmente llamativa. Y él sonríe cuando cuenta su historia porque tiene todavía otra faceta escondida: es un amante de la cocina.

Los sabores de Perú

Pozo es el penúltimo de 6 hermanos, 3 hombres y 3 mujeres, pero ellas no los atendían. De chicos, también tuvieron que aprender a cocinar, lavar y planchar. Y a medida que iban creciendo, se sumaban a la cocina. Los mayores eran los que cocinaban, cuando cumplían 10 años. Así fue como empezó su amor por la gastronomía.

Aquí en Medellín, cocina platos típicos de su país. Su especialidad es el arroz chaufa, una delicia que vende los viernes en el gimnasio, no solo para ganar dinero sino para que sus clientes conozcan los sabores de su tierra. Montar un restaurante es su proyecto a largo plazo, que espera cumplir cuando ya no tenga cuerpo para trabajar como entrenador. De hecho, sus padres tienen uno, que ha cumplido 50 años en Perú, y él quisiera traerlo a Colombia. De niño, fue allí donde empezó a cocinar ceviches, causas, lomo Saltado, arroz con pollo y con pato.

Pozo conoce muy bien cómo la comida peruana ha influenciado la gastronomía internacional: por eso hoy se habla de fusión. En Medellín, de hecho, ya se encuentra una arepa que se sirve con “ají de gallina”.

Pero en el Perú la comida es tan diversa que cada uno de los 24 departamentos que componen el país tiene su propio plato típico. En la costa está el Ceviche –el peferido de Pozo–, pero no se come lo mismo allí que en la Sierra, en la Selva o en Arequipa. “Ningún plato se parece a otro, y es un espectáculo al paladar”, asegura.

Juan Pozo ha sido testigo del boom de la cocina peruana en Medellín, donde la gente ya ha aprendido a reconocerla como una de las mejores del mundo. Es por eso que ya existen escuelas para crear restaurantes peruanos. “Puertoinka”, en Laureles,” Cusi” y “Plaza Gallia”, en Unicentro,” Perufusion”, “Machupicchu”, “Cuzco” y “Puro Perú”, en el Poblado, son ejemplos de ello.

Cuando Juan Pozo llega a su casa después del gimnasio, lo primero que hace es cocinar: se mueve de un lado al otro, pone la parrilla y una olla con un pocillo de arroz y la misma cantidad de agua. Pica cebolla de rama, pimentón, agrega salsa de soya, jengibre y una sal peruana que sabe a bicarbonato. Casca los huevos, los agrega a la sartén y comienza a batirlos. Pica salchichas rancheras y las deja listas para poner en la paila. “Lo más importante de una casa es la cocina”, le dice a la invitada que tiene esa noche. Y los dos se sientan a cenar.

Un texto de Sonia Robles para BitácoraEafit – srobles@eafit.edu.co

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