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Un periodista debe ser más que la suma de sus habilidades

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Hoy, ¿quién es mejor periodista? ¿El clásico reportero que busca la noticia en la calle o el nuevo periodista de datos que trabaja básicamente frente a un computador? A partir de esas preguntas, esta reflexión analiza algunas transformaciones del oficio periodístico y los retos que tiene en la sociedad actual.

Por Joaquín Gaviria López – Estudiante Maestría en Comunicación Transmedia, Universidad EAFIT – jgavir51@eafit.edu.co

¿Quién es mejor periodista en la actualidad? Tal vez es aquel que no ve la hora de salir de la sala de redacción para ir a encontrar a la calle esas historias de carne y hueso, y que se emociona de principio a fin escudriñando hasta el más mínimo rasgo en la cara de su entrevistado.

O quizá es ese que aun sentado frente a un computador es capaz de analizar bases de datos gigantescas y de buscar información de gobiernos abiertos en la web profunda para exponer mucho más que una simple anécdota informativa.

De entrada hay que decir que la respuesta es que no hay cómo determinar si uno u otro hace mejor su trabajo. El asunto empieza a decantarse más bien al entender un poco los objetivos que busca quien utiliza un método u otro, tanto en el rastreo de la información como en la manera de publicarla.

Periodistas multitarea

Para el primer caso, el periodista al que “le pica su silla” y prefiere el aire libre, puede estar más interesado en tocar emociones con cada palabra y pintar con el simple uso de su prosa un mundo en el que se ama, se odia o le es indiferente al protagonista de una historia periodística, en ocasiones también representado por el mismo periodista.

Para este profesional de la comunicación es importante mostrar su capacidad de llevar al lector sagazmente entre cabos que se van atando con la imaginación del receptor de la pieza.

Por su parte, quien se sumerge en los insondables mundos de las tablas de Excel e Internet probablemente busque patrones comunes, puntos de partida para informaciones que totalicen un asunto o unan los cabos sueltos.

La motivación en este caso parece ser la posibilidad de descubrir ese espacio exclusivo de información relevante en el que solo los más hábiles pueden aprovechar la mayor parte del potencial.

No obstante, y más allá de controversias, para muchos las nuevas tecnologías de información han traído grandes beneficios a todos los periodistas, pues estas los han convertido en seres multitarea (multitasking), cada vez más capaces de intervenir con propiedad en el acabado multidisciplinario de sus piezas de información.

Una cuestión de tiempo

En su libro Periodismo Transmedia – Reflexiones y técnicas para el ciberperiodista desde los laboratorios de medios interactivos, los académicos Denis Porto y Jesús Flores analizan mucho más que la capacidad multitarea de los nuevos periodistas que se apoyan decididamente en las nuevas tecnologías:

“El ciberperiodista, o periodista digital, no tiene tiempo y no puede perder tiempo haciendo su trabajo en los despachos de la redacción, por cuanto las noticias ocurren y la información descubierta a partir de otras fuentes pasa a circular por las redes sociales”.

Y es que ya no se tienen excusas para no enviar la primicia en la mayor brevedad posible y ojalá en diferentes formatos: audio, video, líneas de tiempo, fotografías enfrentadas (trabajadas en una aplicación de Android).

Las expectativas se elevan sustancialmente y se intenta recolectar material para eventuales productos multiplataforma.

Cada salida al lugar de la noticia, cada entrevista, cada escenario, cada actualización, debe ser aprovechada al máximo. El discurso se vuelve líquido y permea a los diferentes canales de transmisión o difusión. No hay plataforma que se escape, al menos para ser tenida en cuenta en un principio como eco o motor expansivo de una historia.

Al hablar de herramientas disponibles para la labor periodística el abanico es muy grande. Ya será trabajo del profesional tratar de sacarle todo el potencial a cada medio. Porque debe quedar claro: no se termina midiendo por cantidad sino por calidad y en muchas ocasiones menos es más.

Se trata, en últimas, de pulir ese ojo clínico para saber cuál es la mejor herramienta para interactuar con el público, para que la información sea más clara y que la interfaz no se convierta en un repositorio de tecnologías comunicativas que no aportan valores agregados a las historias.

Poder transformador de la tecnología

Pero ahí no para el poder de la tecnología en ambientes informativos. Un ejemplo claro fue la conocida Primavera Árabe, una manifestación colectiva en 2011 que se fue diseminando por varios países en Medio Oriente gracias a la capacidad viral de las redes sociales y, en general, a las herramientas utilizadas por los protestantes que se basaban en Internet.

Estas personas se convocaban a través de Facebook; organizaban las logísticas en Twitter (incluido el establecimiento de arengas cortas), aprovechando la características de esta red social; para luego llegar a plazas públicas como emplazamientos simbólicos y de ahí grabar horas y horas de videos, audios, más tuits y fotografías por montones, que hablaban de sus consignas y reclamos para derrocar un régimen político que llevaba décadas en el poder.

El descontento estaba desde hacía mucho tiempo, pero el detonante del alzamiento fueron las facilidades para hacer convocatorias y crear movimientos sociales en la era digital.

Incluso el gobierno de Egipto intentó desconectar al país de Internet, pero unas horas después ya los manifestantes habían conseguido burlar estas restricciones hibridando tecnologías, como el uso de faxes para conectar a Internet y el uso de las líneas telefónicas fijas con igual propósito.

El anterior es un ejemplo de cómo la sociedad empieza a potenciar las posibilidades de las nuevas tecnologías, incluidos los medios de comunicación, que en el caso de la Primavera Árabe perdieron esa exclusividad del acceso a la información y de ser quienes dictaban las agendas mediáticas, pero que al tiempo canalizaron y masificaron aún más, muchos de los esfuerzos llevados a cabo por la ciudadanía deseosa de mostrar sus materiales audiovisuales, textuales y sonoros.

Ya sea sentados al frente de sus ordenadores analizando bases de datos, cuadrando cientos de reuniones con el celular o en la calle rastreando esa noticia gratificante, los nuevos dispositivos que ayudan al periodista en la tarea han llegado para quedarse y le plantean al profesional desafíos que miden su eficiencia para adaptarse rápidamente y aprovechar de la mejor manera el abanico de posibilidades.

El reto, tal y como fue durante mucho tiempo con esa tecnología llamada “escritura”, será ordenar las piezas de la mejor manera para hacer relevante lo que se expone, pero esta vez logrando una convergencia en la que cada ficha del rompecabezas mediático aporte un grano de arena más en la construcción de una totalidad más relevante que la suma de sus partes.

 

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