Un final digno y en compañía
Enfermos terminales que reciben poca o ninguna ayuda de sus familias, o que están abandonados, permanecen en un hogar en el barrio Prado Centro, de Medellín.
El amor por los más necesitados y el deseo de servir inspiran este proyecto liderado por el sacerdote Miguel Pérez.
Por Andrea Trefftz Restrepo
Mientras escucha hablar a su esposo, algunas lágrimas caen de sus ojos simbolizando las palabras que no puede pronunciar. María Elena, residente del hogar Nidia Elena Jaramillo y víctima de un derrame cerebro vascular, mantiene su mirada hacia abajo mientras su esposo, don José Esaúl, la consuela.
«Tranquila mi muñeca, no se me ponga triste», le dice mientras acaricia su cabello oscuro recogido en una cola hecha por él mismo. «Yo vengo acá todos los días y la baño, la cambio y le doy comidita», dice él mientras la mira con cariño.
Las arrugas en el rostro de José acentúan sus rasgos fuertes y su color de piel trigueño. Su pelo negro sin lavar lleva algunas canas. María Elena, aún conmovida por las palabras de su esposo recordando el último día en que ella habló, se intenta limpiar las lágrimas sin éxito. No solo su capacidad de hablar fue afectada, sus extremidades tampoco le responden al máximo.
«José, pásele un pañuelito a la niña y la ayuda a limpiarse», dice doña Etelvina, la compañera de cuarto de María Elena. Esta mujer de 74 años sufre de cáncer de endometrio, el cual afecta el revestimiento del útero y, a diferencia de su vecina de cama, tiene su capacidad del habla intacta y la aprovecha al máximo. Sin embargo ella, como la mayoría de los enfermos que han vivido allí, no es tan afortunada de tener a alguien como don José que la acompañe diariamente.
Para los más necesitados…
Este hogar tiene como objetivo acoger, acompañar y cuidar en sus últimos momentos a aquellos enfermos, principalmente terminales, de escasos recursos que no tienen apoyo familiar.
Se encuentra ubicado en Prado Centro, barrio perteneciente a la zona nor-oriental de Medellín. Tuvo sus principios en octubre de 2010 y se situó en su locación actual hace dos años y medio.
Este ha cumplido la función de casa para 71 enfermos y de estos han muerto allí 45, el resto han terminado sus días en hospitales o se los han llevado sus familiares generalmente arrepentidos a morir en paz en un lugar conocido.
Este proyecto hace parte de la fundación Teresa de Calcuta del sacerdote cordobés Miguel Pérez, la cual fue creada en el 2009 por él mismo. Esta es una entidad sin ánimo de lucro y su objetivo principal, según su página de internet (www.fundacionteresadecalcuta.org), es “la realización de programas tendientes a promover y facilitar los medios para el desarrollo y la calidad de vida de población vulnerable”.
Una filosofía de amor
Según el sacerdote Miguel, el nombre de la fundación viene de una devoción personal hacia la religiosa puesto que de ella admira su forma de ser tan desafiante y el trato que le dio a los casos extremos. Estos casos a los que él se refiere son aquellos que el hogar trata: los enfermos terminales.
La Madre Teresa de Calcuta decía: “Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más”.
Y eso exactamente es lo que hace este sacerdote puesto que adicional al hogar de enfermos también ha desarrollado otros dos proyectos: «Pan de Paz», el cual es un comedor comunitario, y “Educando para la Paz” que es una escuela.
Ambos están situados en el barrio La Cruz, localizado en la parte alta de la zona Nororiental de Medellín. Hoy en día la institución tiene 320 estudiantes, casi todos hijos de familias en condición de desplazamiento, y el programa de alimentación, que cuenta con la ayuda del programa “Goticas” de la Fundación Éxito, beneficia a 400 personas.
Voluntarios dan su corazón y su trabajo
Actualmente solo hay tres enfermos en la casa: María Elena, Etelvina y Libardo. El último es un amante fiel del fútbol colombiano. “La próxima vez que venga trae una revistica de fútbol”, le dice a todo con quien entabla una conversación.
A este hombre el haber sufrido una parálisis en su lado izquierdo le afectó más de lo normal, pues su mayor pasión era el jugar y ver en persona su deporte favorito. “Yo hasta llegué a jugar en las ligas menores del Nacional en los 70”, menciona de forma melancólica.
Pero es necesario aclarar que el alma del hogar no son solo estos tres personajes, también hay una variedad de voluntarios que gracias a su ayuda, sin nunca dejar a un lado la importancia del sacerdote, son quienes mantienen en pie el funcionamiento del lugar.
Una de las más representativas es Victoria Jiménez, conocida como Vicky, la gerontóloga del hogar. Su sonrisa dulce y su actitud amable funciona como un tipo de lámpara metafórica para la oscuridad emocional en la que están sumidos algunos residentes como consecuencia de su condición de salud.
Otro caso que sobresale es el de Mónica Yepes, una residente que se convirtió en voluntaria. Después de tres meses de estar en el hogar recuperándose de una colostomía, la mujer de 25 años decidió volver a ayudar en el hogar.
“Yo quedé con ese agradecimiento por este lugar, de verdad que sí, y por eso es que lo hago”, menciona ella cuando habla de su trabajo como ayudante.
No sería válido no mencionar a “la abuela”, una mujer que a pesar de su avanzada edad conserva aún sus energías y sus ganas de colaborar, un personaje que con su humor ilumina a todo con quien cruza palabras.
Un pequeño gran espacio
La casa que alquila el padre tiene un cupo máximo de 11 personas, el cual ya han alcanzado en varias ocasiones. Aunque puede reducirse en un corto plazo de tiempo puesto por la delicadeza de sus residentes.
Esta está compuesta por tres cuartos, uno para los hombres el cual tiene cinco camas, otro para las mujeres el cual tiene cuatro camas y uno último para aquellos pacientes que “ya están muy malitos”, como dice el padre, y es preferible que estén aislados en sus últimos momentos.
Las habitaciones están llenas de implementos de medicina que son necesarios tener a la mano tal como inhaladores y tanques de oxígeno. Cada uno de ellos, además, está adornado con pequeños detalles de los enfermos, los cuales le dan un toque personalizado a sus espacios.
Uniendo todos los espacios está el salón/comedor el cual es un espacio usado igualmente para las reuniones sociales y formales. Toda la casa está rodeada de imágenes y figuras religiosas y se encuentra acomodada para la comodidad de los residentes: en las paredes blancas hay barandas para facilitar el transporte de estos dentro del lugar y las escaleras fueron transformadas en rampas para quienes están en sillas de ruedas.
Un joven que los marcó
A pesar de que todas las personas que han pasado por el hogar han dejado su huella de alguna forma, cuando se le pregunta a los voluntarios y al padre por el caso que más recuerdan mencionan el de Edinson, un joven de 20 años que llegó de una comuna de la ciudad con un tumor en la pierna.
Inicialmente era escéptico y cerrado a lo que se hacía dentro del lugar, pero con el paso del tiempo cambió su opinión frente a esto y toda su perspectiva de vida. “Él quería progresar, él quería estudiar, quería tener un hogar, tener una familia, viajar”, dice Victoria cuando cuenta lo positivo que se convirtió.
De forma sorprendente, el joven logró tener una recuperación de seis meses. Durante estos estuvo trabajando y dedicando su vida de forma principal al hogar. “Él se convirtió en una de las personas que más le colaboraba a los demás enfermos”, recuerda el padre Miguel.
Lastimosamente, de un momento a otro recayó completamente hasta que la enfermedad lo llevó a su muerte. “De verdad que fue un gran ejemplo porque él siempre estaba bien, siempre tenía una sonrisa, siempre sacaba una broma, siempre, hasta el último momento”, menciona Victoria.
Usted puede ayudar
El hogar ha cumplido su objetivo: darle el acompañamiento necesario a aquellas personas que tienen enfermedades terminales que no tienen quién responda por ellos ni económica ni emocionalmente.
Pero el valor agregado de este a otro tipo de instituciones es aquél calor humano que ofrecen. Es por esto que este se puede ver como una oportunidad no solo para quienes pueden pasar sus últimos momentos allí, sino para quienes desean ayudar y no saben cómo puesto que se presta como un espacio propicio para la realización de un voluntariado, el cual dejará recompensas más allá de las esperadas.
Para más información sobre la fundación y los proyectos se puede contactar al padre Miguel a los siguientes teléfonos: +57 (4) 444 88 51, 301 444 80 08, 254 15 38. O al correo electrónico padremiguelperez@hotmail.com
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