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Un Cristo entre rejas


Para Cristo siempre estuvo presente su afición de ser panadero. Incluso en prisión, no renunció al capricho de lograr su sueño. Juan Cristóbal Zapata Rojas, de 43 años, me recibe en la entrada de su panadería inaugurada hace unos meses en la Comuna 13.

Aunque el solo nombre llama a los recuerdos de una memoria colectiva terrible, la panadería está ubicada cerca al Graffitour, que refleja el dicho de autoayuda popular: “Después de la tormenta, sale el arcoíris”. La panadería está ubicada en un entorno con mucha seguridad, ahora es un lugar turístico.

Por Jossi Esteban Barbosa Marzola
jerbarbosam@eafit.edu.co

La historia detrás de Cristo, así llamado por algunos amigos de la infancia, se vive en dos contextos dispares y muy violentos. En Urabá sobrevivió a los enfrentamientos entre la guerrilla y el Ejército en el campo, mientras que, por otro lado, junto a su padre se embarcó en la modernidad de la gran ciudad.

Medellín representó un salto de lo rural a algo totalmente desconocido. A los 11 años llegó junto a su familia y se instauró de manera fácil al ritmo acelerado de la ciudad emergente. Regresó de nuevo a Urabá unos años más tarde, con 14 años no le importaba cuál fuera la situación de orden público, allá tenía algo de mucho valor para él: un amor secreto por la panadería.

No recuerda bien qué llegó primero, si la panadería o el icono más influyente del género vallenato. Desde muy pequeño vio en Diomedes Díaz un modelo a seguir. Su afición por el Cacique lo llevó incluso a intentar imitar sus gestos, sus movimientos y su forma de vida.

Al hablar sobre sus memorias, se limita a pequeñas descripciones generales. Quizá de tanto vivir, se olvidó de guardarlas en su memoria. O de tanto hablar de ellas en la cárcel terminó por odiarlas.

Las rememoró tanto en prisión que él mismo acepta, algunas de ellas han sido exageradas y no logra recordar a ciencia cierta cómo eran en un principio. Caso ejemplar sucede cuando le pregunto por sus musas.

Insistía en que se le hacía imposible asignarle un número, pero mientras hacemos un recuento por su vida, las cuenta una a una y logra dar un número: 18.

Al igual que Diomedes, también tuvo una Patricia Acosta en su vida. Una mujer inolvidable y que de vez en cuando recuerda con nostalgia. Daisy era su nombre, la conoció mientras trabajaba en la panadería Diana en Currulao.

Mientras salían a comer helado en el parque, recuerda que ella lo invitó a su primera comunión. Todo era perfecto hasta que llegó el momento del baile, se dio cuenta de que “tenía dos piernas izquierdas y además de eso sin talones”, como él mismo dice.

Sin mucho ánimo admite que nunca leyó un libro, que su filosofía, por así decirlo, era la de superarse a sí mismo y que ya los libros le eran inútiles. Nunca le llamó la atención las drogas ni fumar, solo le gustaba el trago y se puede corroborar observando las botellas de las estanterías de su casa; güisqui, ron, tequila, aguardiente y hasta vodka.

Gran parte de su vida la disfrutó en discotecas y bares. Él mismo recuerda uno de sus más exitosos proyectos: la discoteca Los recuerdos de ella, en Santo Domingo Savio. Un lugar acorde al ambiente del barrio: carnavalero, alegre y muy fiestero.

Repleto de afiches de Diomedes Díaz, casetes y LPs inéditos que no necesitaban promoción. Ya con mucha promoción contaba la discoteca, el mismo Diomedes había escrito una canción llamada “Los recuerdos de ella”, que le daban al recinto un aire profético.

Pero la vida es a veces asesina e inquieta. El 3 de octubre de 2011 fue capturado por posesión de armas en su discoteca.Estaba triste, pero a la vez sentía un alivio, al ser la Policía la que fuera tras él. Dentro de su extraña filosofía, este hombre no reconoce más culpa ni más remordimiento que el de no traicionar sus ideales.

¿Cómo se describe Juan Cristóbal Zapata Rojas?

Siempre he sido sencillo, nunca me ha interesado ser así rayado, o con un pensamiento muy de los grandes maestros.

¿Qué quería ser de niño?

Siempre quise ser panadero, me enganchó la vuelta desde el principio.

No nació en Medellín, ¿cómo ha sido su relación con la ciudad?

Mi papá siempre fue de viajar, era comerciante. Un día se vino para Medellín y como toda familia de bien, nos vinimos juntos.

¿Qué recuerda de los lugares en los que ha vivido?

De Medellín, he estado en Santo Domingo, Manrique y Bello. De Bello recuerdo que era muy pasivo, tranquilo y de Manrique y Santo Domingo yo era de encontrarme mucha gente, mucho ambiente.

¿Que lo marcó desde pequeño?

Desde muy pequeño trabajé en una panadería llamada Diana en Currulao, como ayudante. Siempre me gustó eso.

Durante esa época, la guerrilla estaba muy presente, ¿cómo era trabajar en la panadería?  

Sí, era muy pesado. A veces entrábamos a la 5:00 de la mañana y salíamos a las 10:00 de la noche. Durante esa época estaba el conflicto armado con la guerrilla., entonces a uno le tocaba trabajar hasta tarde en la noche. Una vez, cuando salía de trabajar escuché a las 11:00 o 12:00 una explosión muy escandalosa.

¿Fue una experiencia inolvidable?

No, era muy normal. A nosotros nos tocaba quedarnos toda la noche haciendo la parva, (panes), porque derrumbaban las torres de luz.

A pesar de todo eso, ¿se generaban ganancias?

Sí, allá se vendía mucho porque se repartía en 2 carros y 2 motos por toda la región; Apartadó, Carepa, Currulao, en general se repartía por todas partes.

¿Por qué tantos objetos de Diomedes?

Me impresiona la pregunta, usted mira a Diomedes y encuentra en él, a un pelado pobre que se levantó de la nada. Que empezó desde lo más bajo.

Teniendo tantas similitudes con Diomedes, ¿cuántos hijos tuvo?

Tuve 3 hijos con una misma mujer, y actualmente tengo un hijo de 7 años con otra mujer.

Al final, ¿cómo terminó su pequeña historia con aquel gato angora salvaje que le atacó de niño?

Erda… ¡ehj! Cómo vuelan las cosas (risas). Sí, cuando estaba pequeño había un gato en el patio trasero de la casa, entonces me agaché a acariciarlo y el hijuemadre saltó y empezó a arañarme todo, todo, todo, todo…

Luego de aquel suceso, ¿aborreció por completo a los gatos?

No, sigo queriéndolos igual, aunque oiga, ese día me tuvieron que aplicar alrededor de 25 inyecciones alrededor del ombligo para tratar la infección.

Durante una época fue dueño de una discoteca llamada Los recuerdos de ella, en Santo Domingo, ¿qué es lo que más recuerda de ella?

La idea nació por la música de Diomedes, por el tema “Los recuerdos de ella”, entonces, lo que más recuerdo son las cosas antiguas que conseguía. Muchísimos afiches, casetes y LPs del Cacique. Recuerdo que fue un negocio muy rentable, al estilo fonda-discoteca.

Durante una época usted salía todos los fines de semana a las 3:00 de la tarde, ¿consiguió algún lugar favorito en ese tiempo?

Sí, el Estadio. Me gustaba ir los domingos, pero ya ahora no, porque no tengo la posibilidad. Me trama mucho salir a recorrer esas calles, algunas veces me acuerdo de los chorizos que venden en los alrededores y me da pesar.

No le gustaba el sancocho cuando era niño, ¿por qué?

Antes, no me gustaba en nada por la yuca y el plátano que le echaban.

Hubo un tiempo donde era parte de los Scouts, ¿cómo fue aquella visita al cementerio de Guarne?

Sí, cuando tenía como 12 años nos fuimos a acampar al cementerio indígena. Estábamos todos contando historias y se nos apareció algo en frente corriendo por allá en una montaña muy rápido.

¿Alguna canción imposible de olvidar así pasen 20 años?

Sí, “Así me hizo Dios”. Es una canción que me describe; así me hizo Dios, contento y enamorao’.

¿Le gusta más el cine o la televisión?

La televisión sí, el cine no, ya no hay cine.

¿Por qué dice que el cine se ha acabado?

Cuando salí de prisión, ya no veía los mismos teatros de cine de antes, acabaron con todo eso. Además, anteriormente era bueno ir, porque uno iba con la noviecita y pantalla grande y el ambiente. Desde que salió el DVD, todo eso se acabó.

Tuvo un perro muy bonito, ¿sufrió con su muerte?

Ah…, hermano, eso sí fue triste. El perrito no comía nada que le dieran por ahí en la calle, ni carne, ni basura, nada. Un día mi mamá roció veneno para ratas en toda la casa, y él como que lo comió y pana se murió.

Estuvo en la cárcel dos veces, ¿cuál situación le pesó más?

Sí, la segunda me pesó más porque fue por más tiempo. La primera recuerdo que fue una redada por posesión de drogas que hicieron en el barrio, cayeron varias personas que no teníamos nada que ver en el asunto y nos dejaron libres otra vez.

¿Cómo fue la del 2011?

Sí, en el 2011 fue por lo mismo. No tenía nada que ver con el asunto, pero por estar donde no debía. Me dejaron unas armas en la casa, me las cogieron, me empapelaron, me llevaron para allá.

¿Conoce a los que dejaron las armas?

Sí claro, eran amigos que tenían conflictos allá en Santo Domingo

¿Cuántos años fueron en total?

Actualmente, estoy pagando prisión domiciliaria. Fueron 6 años y medio en cárcel.

¿Qué tanto cambió Medellín luego de 7 años?

Es duro, porque siempre se tienen lugares donde se quiere ir. Uno extraña salir con amigos, así sea para hablar bobadas.

¿La cárcel es difícil para las personas?

Sí, de hecho, eso es duro para las personas que van a hacer cosas malas, que el vicio, que robar, que lo otro.

¿En la cárcel pudo trabajar?

Claro, allá se podía estudiar o trabajar para bajar las penas.

¿Por qué estudiar?

A mí siempre me gustó especializarme en lo que me gustaba.

¿Pasó inconvenientes en prisión?

Pues sí, uno desde el principio empieza a notar las diferencias, imagínese usted que de desayuno le den una arepa fría con un pedacito de queso. O peor aún, un agua panela con leche desabrida.

¿Vio nacer a su hijo Mateo?

Sí, en esa época ya tenía 2 meses, cuando yo caí.

¿Cómo se sintió?

Fue bastante duro porque me perdí de sus primeras palabras, sus primeros años de vida. Todo me tocó pasarlo desde una celda.

Luego de salir ,con respecto a Mateo, ¿ha cambiado en algo?

Luego de salir de prisión está la misma huevonada, porque no me lo traen (risas).

¿Qué piensa sobre la vida, sí hay motivos para vivir?

Sí claro, todos, todos, todos. Todos los motivos son buenos para vivir, así sea muy pendejo, uno debe aferrarse a ellos.

¿Recuerda aún aquella situación donde su padre le dio las llaves del negocio?

Es algo muy duro, sí, a mi mamá y a mí nos tocó ver todo ese rollo, fue como a las 11:00. Me tocó llevarlo al hospital, esperar un carro. Allá donde vivíamos era difícil que subiera algún carro. Como 5 días antes de morir, me dio las llaves del negocio y me dijo: “Mijo, vea, maneje eso usted”.

¿Ha tenido algún momento de impotencia?

Ve, justamente el martes me tocó ver el robo de un señor en el Centro. Yo iba por una notificación al juzgado y vi que el señor estaba como esperando un bus, luego lo robó y sentí mucha rabia, porque él había pasado por mi lado.

¿Lo han robado alguna vez?

Durante mi vida, ninguna vez me han robado.

¿Cómo aprendió en la cárcel?

Bueno, mi papá ya jodía con la electrónica antes y a mí me gustaba verlo arreglar eso y ya luego me encontré con eso.

¿Qué cursos hizo en la cárcel?

Por medio de revistas yo hice un curso de electrónica digital. Me gustó bastante eso.

¿Sí cree que cambió la ciudad durante el tiempo que estuvo en prisión?

Cuando yo caí no había el Tranvía, y ahora la mayoría de los edificios estaban remodelados.

¿Cree que las personas cometen errores por sus situaciones económicas o no hay justificación?

Hombre, no, yo creo que no hay justificación. La ética y los valores deben ser enseñados en casa. A veces sí la situación es muy dura, la pobreza, que tanto ignora la gente y lleva a que las personas cometan errores.

Cristóbal Zapata Rojas en la panadería Mateo.

¿Qué ha pasado con Martín, aquel amigo de pabellón luego de salir de la cárcel?

Él ahora me llama todos los días, se encuentra en la cárcel de Guaduas, por insumos de droga. Primero se encontraba en la cárcel Bellavista. Allí nos conocimos, en mi celda hicieron una fiesta y yo me enteré de que él tenía una cocina.

Cuando yo iba a calentar mi comida, él no me cobraba y entonces así se surgió la amistad. Yo creo que así empiezan las grandes amistades

En Santo Domingo había una banda criminal y tuvieron un conflicto que los llevó a ser amenazados de muerte, ¿cómo empezó todo?

Mi hermanita tenía unos billares al lado de la discoteca Los recuerdos de ella, ellos iban a que ella les fiara y luego cuando les fue a cobrar, dijeron que no le iban a pagar. Entonces yo golpeé a uno de los muchachos y él luego fue al otro día y me quebró unas vitrinas. Desde ahí empezó todo.

¿Cuándo se dio cuenta de que su vida corría riesgo?

A mí no me tocó ese momento, porque yo caí preso. Mi hermana sí fue desplazada a Bogotá.

¿Un alivio o una desgracia quedar preso en ese momento?

Pues digamos que no me causó mucha impresión. Mejor que lo saque la Policía y no lo saque otro man a uno.

Le gustaba coleccionar posters de Diomedes, ¿cuántos logró obtener al final?

A mí me gustaba muchísimo coleccionar las fotos de él. Las compraba o las cambiaba por cosas con gente por ahí. La verdad es que tardé alrededor de 2 añitos en conseguir la gran colección. Además de eso, me gustaba ir al cambalache, si la gente fuera de vez en cuando se encontraría con unas reliquias.

¿Qué aprendió luego de casi 7 años en prisión?

En prisión uno tiene muchas opciones, se puede quedar siendo la misma persona. O simplemente busca la forma de cambiar para bien, en mi caso solo contaba con un canal de cocina en mi celda y fue mi guía para aprender más.

¿Qué le gustaría realizar ahora que ya no está en la cárcel?

Montar unas tres panaderías más. Por todo el Centro.

Si tuviera la oportunidad de salir en todos los televisores de Colombia, ¿qué mensaje diría?

¡Paz ,por favor, paz! ¡No más guerra!

Anteriormente le gustaba recoger los casquillos de las balas, ¿lo recuerda?

Sí, esa fue mi obsesión de niño. Siempre me gustó, pero yo era muy inocente. Iba a las escenas del crimen y recogía los casquillos. Una vez me tocó una matanza en Currulao, eran como 16 personas y yo vi los cadáveres mientras iba buscando los casquillos, algunos aún estaban calientes.

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