Pablo Andrés Santa

Santa, contador de historias urbanas

Pablo Andrés Santa, periodista egresado de la Universidad de Antioquia, comenzó como cronista deportivo y luego se inclinó por la crónica judicial. Este es su perfil.

En el municipio de San Vicente de Ferrer, Oriente de Antioquia, un padre de familia mata a su hija de cuatro años, la desmembra y la mete dentro de un costal. También intenta ahogar en la poceta a su hijo, que todavía no ha cumplido un año, y termina de ejecutar a su pequeña.

Historias como esta son las que Pablo Andrés Santa, redactor del diario Q’hubo, cubre todos los días en su trabajo como periodista. Él también es padre de familia -de  Jacobo, de seis años- y cada que se enfrenta a alguno de estos casos piensa en su esposa y su hijo de seis años. Lo que más recuerda de esa historia en San Vicente es la imagen del asesino, quien recibe a la policía con el brazo de su hija, todavía en su mano. El hombre se sentía dios, según le explicó la familia de la víctima a las autoridades.

El periodista no pudo incluir esta parte del relato en su crónica. El amarillismo no cabe dentro de las páginas de su periódico, aunque la gente confunde al diario con un medio de ese tipo. Por ello, en el texto de San Vicente, Santa se enfocó en el perfil psicológico del padre homicida. Él no lo hace solo porque sea la filosofía de su medio, también por una empatía particular con el lector. Asegura que trabajar así le permite vivir más tranquilo. De lo contrario, cubrir este tipo de fuentes sería para él una pesadilla.

Del deporte a la sección de homicidios

Al salir del Colegio Ferrini, Santa tenía claro lo que no quería estudiar. No quería una ingeniería, pese a que se define como cuadriculado y psicorrígido. Pero no tenía claridad sobre cuál pregrado estudiar. Además, por la situación socioeconómica de sus padres -una familia de clase media- nunca pensó estudiar en una universidad privada.

Santa llegó a la Universidad de Antioquia a estudiar Periodismo en el primer semestre de 2002. Su decisión estuvo ligada a la pasión, dice él, que sentía por contar historias. En el campus de esa Alma Máter se gestó su carrera, que empezó en deportes y terminó en homicidios.

El boxeo, el ciclismo y el fútbol eran sus deportes favoritos desde niño. Ya en sus prácticas profesionales, en Teleantioquia Noticias, cubría a diario el acontecer deportivo en el Valle de Aburrá. Sin embargo, se aburrió de estar detrás de los jugadores de los equipos de fútbol locales, tipos, según él, prepotentes y que sólo atienden a la prensa “cuando les da la gana”. Su paso por el periódico El Mundo, sección deportes, fue el detonante para abandonar este enfoque periodístico.

Un día, antes de un partido de Atlético Nacional que no tenga interés para la afición, Santa se desplazó hacia el municipio de Guarne -a unos 34 kilómetros de Medellín-, donde el club de fútbol tiene su sede deportiva. Luego de casi 45 minutos de viaje por carretera, el periodista, quien en ese entonces hacía parte del periódico El Mundo, llegó a la sede justo cuando el equipo comenzó sus prácticas. Santa, desde el otro extremo de los camerinos, vio de lejos la jornada dirigida por el profesor Santiago Escobar. Fueron dos horas y media entre el calentamiento, trabajo físico, despliegue táctico y unos pocos minutos de fútbol entre los posibles titulares y suplentes. Al finalizar, Santa preparó su cámara y grabadora para hacer algunas entrevistas. Sin embargo, y sin aviso del club, vio cómo los jugadores ingresaban a sus camerinos para ducharse. Luego, los carros de los futbolistas y el bus del club pasaron por la portería de la sede. Sorprendidos, los periodistas tuvieron que regresar a Medellín sin ningún testimonio de la práctica, solo con lo visto en la cancha.

Santa cuenta que se aburrió de escribir siempre lo mismo: el triunfo y la derrota, las monótonas y aburridoras declaraciones de los futbolistas y vivir detrás de los mismos personajes todas las semanas en los entrenamientos y en los partidos de fútbol que se desarrollan cada fin de semana en el estadio Atanasio Girardot de Medellín.

Su incursión en el periodismo popular

Pablo Andrés Santa en la escena de un homicidio. Está acompañado de dos periodistas judiciales de Medellín. Foto: archivo personal.

Pablo Andrés Santa en la escena de un homicidio. Está acompañado de dos periodistas judiciales de Medellín. Foto: archivo personal.

Mientras trabajaba en El Mundo, Santa estaba atento a cualquier oportunidad de trabajo en El Colombiano, la casa editorial más prestigiosa de la región. En el 2010, se enteró de una vacante en el periódico Q’Hubo de Medellín, editado por El Colombiano. Rodrigo Morales, editor en su momento y actual director del diario, notó sus cualidades como narrador desde el primer día. 

Uno de sus primeros encargos en su nuevo trabajo fue cubrir una falla geológica en la vía pública. Luego, un accidente de tránsito con víctimas. Un motociclista que no sabía del peligro de una calle iba muy rápido y perdió el control. Murió en el acto debido a un fuerte golpe en el cráneo, a pesar de que llevaba casco. El periodista habló con un hermano de la víctima y le pidió una fotografía del recién fallecido. Al verla, el reportero sintió escalofrío: el muerto había sido compañero del colegio. Desde entonces comprendió que los hechos que cubre todas las semanas no son ajenos a su vida y pueden tocarlo de forma directa.

En la actualidad Santa es periodista judicial. “La gran ironía de la vida es que no sales vivo de ella”, cita Santa a Robert Heinlein, el escritor americano de ciencia ficción.

Cuando llega a la escena del crimen, Santa se tapa la nariz, frunce el ceño y cierra los ojos como si rezara. No es fácil mirar la muerte todos los días a la cara: el olor es penetrante, oscuro y amargo, así lo describe. Dice que le da acidez estomacal, huele a fosa, a podrido. Convive con los muertos, pero esto no significa que viva con la muerte en la cabeza.  Ya se acostumbró. Sabe que lo que importa en la vida de un cronista es contar historias. Además, procura separar su vida personal de la laboral. Él no es sensible, pero Natalia, su esposa, sí. Ella le ha pedido que no le cuente esas historias al llegar a la casa porque, de lo contrario, sería incapaz de dormir todas las noches.

Periodista en las reuniones

Pablo Andrés Santa en una de sus reporterías. Foto: archivo personal.

Pablo Andrés Santa en una de sus reporterías. Foto: archivo personal.

Es sábado en la noche. Pablo Andrés y Natalia asisten a un asado en la casa de un amigo. La idea es compartir un rato entre conocidos de la universidad. Los amigos comienzan a hablar de temas diversos. Pero el trabajo de Santa siempre termina siendo tema de conversación. Sin sentirse incómodo, pero sí exhausto de tener que hablar siempre de lo mismo, responde todas las preguntas que le hacen. Natalia sabe que a él no le gusta salir de trabajar y volver a los temas sobre los cuales informa todos los días.

En reuniones familiares es distinto. Aunque Santa sabe que en cualquier momento algún primo o tío lo interrumpirá para preguntarle sobre alguna historia impactante, él aprovecha el ambiente de confianza y se escapa a través de la música. Ser el Dj de la fiesta le evita tener que responder las preguntas.

Como en el cine

Para Santa, los homicidios que ocurren en Medellín parecen salidos de la mente de un cineasta. Al llegar al barrio Aranjuez, presencia una escena como de El exorcista: una madre de 27 años mata a su hijo y le saca los ojos mientras profesa: «con el espíritu de tu boca, Señor, expulsa los espíritus malignos, mándales a alejarse porque se aproxima tu reino”. La mujer, interrogada luego, aseguró que atendía órdenes, que escuchaba voces que la orientaban sobre lo que tenía qué hacer con su hijo. Luego de los exámenes médicos de rigor, y según informó Santa en su crónica, aquella mujer que parecía poseída, mata a su hijo por culpa de un estado de trastorno psicótico transitorio: esquizofrenia.

Lo que más lo seduce, al momento de cubrir los temas judiciales, es ir al Palacio de Justicia a buscar historias. Santa es un acucioso de los datos. Dice que Medellín es una ciudad rica en historias y que en el Palacio existen temas investigados que son incluso mucho más escandalosos que la sangre, la muerte y contenido amarillista del que se acusa a su periódico. Para el periodista, lo importante está detrás de los hechos, quiénes fueron esas víctimas, por qué terminaron en esa condición.

Un crimen es una red de pequeñas historias. A simple vista, un cuerpo tendido en una vía pública, un acordonamiento de la policía, peritos judiciales estrictos, una inspección técnica del suceso y el lugar. Pero detrás siempre hay algo qué narrar, y esos datos que se descubren tienen que ver con muchos temas, no solo con la muerte. Es por eso que este periodista siente que puede contribuir a la sociedad, explicar problemáticas difíciles a la comunidad.

Un periodista completo

Varias veces, por cuestiones prácticas, a Santa lo acompaña su compañera de noticias judiciales, Diana Lozano Perafán, una periodista venezolana que lleva poco menos de un año en el periódico. Lozano destaca de su compañero su forma acuciosa de hacer reportería. “Él siempre intenta hablar con la mayor gente posible”, dice.

Además, destaca que Santa piensa siempre primero en el lector para entregarle la mayor información posible para que consigan entender sus historias. Por eso es  la crónica el género que más usa al momento de escribir, con escenas, personajes, ambientes, anécdotas. Lo que más resalta Diana es la facilidad que Pablo Andrés tiene para entender las leyes y las cuestiones judiciales. Ella viene de otro país y su compañero es su mano derecha en el Palacio de Justicia para explicarle algunos detalles. Según ella, esto lo hace un periodista más completo, comprometido y dedicado ante quienes día a día lo leen en las páginas de judiciales del periódico Q’ Hubo. A mí me gusta escuchar a Pablo siempre porque yo a él lo tengo como el disidente del equipo. Cuando hay unanimidad en un equipo, algo no está bien, y Pablo siempre es radical. Por eso yo siempre digo: escuchemos a Pablo que él siempre tiene algo que decir diferente a lo de todos. Él siempre aporta otro punto de vista”, asegura.

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