Que lo único que muera en el occidente sea el sol
El hip hop, el rap y el grafiti son la respuesta de muchos jóvenes de Medellín a un ambiente marcado por la falta de oportunidades y la violencia. Los sonidos y los aerosoles cuentan las desventuras, pero también los anhelos de paz y la resistencia de unas comunidades que reclaman un futuro mejor.
Texto y fotos Andrés Felipe Giraldo Cerón
agiral47@eafit.edu.co
Desde la terraza de Marleny se ve la caótica y alegre siembra de casas. Ahí, sin muros ni paredes pero con una vista que envidiaría cualquier constructor, nació Son Batá, una corporación cultural que, en palabras de sus integrantes, trabaja para “robarle hijos a la guerra”.
Marleny hace parte de una gran población desplazada por diferentes actores armados que se asentó en la parte más alta del barrio El Salado, de la Comuna 13, en el occidente de Medellín. Ella, como muchos otros, se acomodó en una casita en una zona renombrada por su trágica historia de sicariato, masacres, paramilitares, guerrilla y violencia; fama, en parte, ganada por lo que han visto sus calles.
Con un área de 700 hectáreas, la Comuna 13 alberga a un poco más de 134 mil habitantes, según cifras oficiales. La Encuesta de Calidad de Vida del año 2005 señaló que el 63% de los pobladores de esta zona pertenece a los estratos 1 y 2. Allí, los problemas sociales y de desorden público han sido el diario vivir desde hace más de una década.
Sin embargo, esa estigmatizada zona tiene muchos rostros que no reciben tanta atención como los muertos, las armas o los pandilleros. Así como sus callecitas empinadas y laberintos urbanos crean un entramado vial desafiante, los lazos culturales, las expresiones artísticas y los movimientos políticos florecen por doquier: una explosión de vida, alegría y música que responde con esperanza ante tanto infortunio.
Versos desde el cielo
Conocí en el camino este hip hop que me da vida
y encontré a mis dolores solo cantando a la salida,
amigos verbateros evitándome caídas
y aunque no me lo esperaba,
al amor caí rendida…
Recuerdos se titula esta canción de C15, uno de los grupos de hip hop que lideran la transformación cultural de la Comuna 13.
Jeihhco, vocalista de este grupo, explica que el nombre hace referencia a un modelo de avión militar español construido para la Segunda Guerra Mundial que se empezó a producir cuando el conflicto había terminado. “Nosotros, al igual que el avión, decidimos llegar tarde a la guerra, decidimos no participar en ella”. Y lo han logrado.
Este activista social, decidido a mostrar la otra cara de su hogar, realiza periódicamente el Grafitour, un recorrido por todas las obras que, a punta de aerosoles, pretende silenciar a los gatillos. El grafiti, como otra representación cultural que ha sido utilizada para expresarse por los jóvenes de estos barrios, es la excusa para exponerle al mundo la otra cara de la Comuna 13.
Es domingo 10 de abril y, pese a la lluvia, los 18 asistentes al Grafitour participan con entusiasmo. Caminando por los empinados e intransitables pasadizos, por calles, parques, colegios, tiendas, grafitis, casas, unos cuentan y otros escuchan los sucesos que han marcado la zona.
Las calles están vivas de gente, casi todos jóvenes. Niños, adolescentes y mujeres caminan a través de las tienditas del barrio. En uno de los territorios más satanizados por los medios y castigados por la violencia, la vida es una característica inherente al lugar.
Panaderías, ferreterías, un partido de fútbol que enfrenta a aficionados del Nacional y el Medellín (los dos principales equipos locales de este deporte); un hombre con megáfono que ofrece un kilo y medio de tomates a $1.000 pesos y una caja de huevos grandes a $6.500; un camión con gaseosas… hay mucho que rescatar, mucho que la prensa nacional e internacional olvida mostrar y que el hip hop busca rescatar.
Varios sitios claves se recorren en el Grafitour de Jeihhco y su acompañante, un muchacho experto en grafitis que hace las veces de curador en las paredes pasadas por el aerosol. Sus amigos le dicen El Perro y a él no le molesta. Se incluye dentro de la ruta la cancha de El Salado, un polo cultural y deportivo de la zona; la Escombrera, donde alias Don Berna aseguró, desde la cárcel en la que se encuentra en Estados Unidos, que están enterradas más de 300 personas asesinadas; la Casa del Huevo, donde el expresidente Belisario Betancur vivió su infancia y adolescencia…
Por el camino aparece un grafiti con los rostros de cinco hiphoppers, el recuerdo de músicos valientes que ahora versan desde el cielo. Incluso, uno de ellos, Andrés Medina, de la agrupación Son Batá, recibió tres disparos el mismo día que iba a reunirse con la entonces ministra de Cultura, Paula Marcela Moreno.
Según Jeihhco, estos son hechos aislados y esos compañeros y amigos asesinados son un aliciente para seguir trabajando por sus barrios.
Hip hop: una filosofía de vida
Tal vez uno de los años más pesados que tuvieron los pobladores de la Comuna 13 fue 2002. Un mes después de que Álvaro Uribe tomara posesión como presidente de Colombia comenzó una ofensiva contra guerrilla, paramilitares, narcotráfico y bandas criminales que se disputaban la zona.
El Perro y Jeihhco explican que el interés por esos barrios se debe a la cercanía que existe entre la carretera que conecta a Medellín con el noroccidente del país. “El que controla esta comuna sabe qué entra y qué sale de la ciudad. Por eso es que es tan importante para todos: guerrilla, paramilitares, bandas, gobierno”, afirma Jeihhco.
En septiembre de 2002 se desarrolló la Operación Mariscal y en octubre la Operación Orión. Esta última contó con la participación de más de 1.000 hombres de la Policía, el Ejército, el DAS y la Fiscalía, acompañados por organismos de control, fuerzas especiales, helicópteros y artillería pesada que dejaron una cicatriz imborrable para los habitante de la zona. Las denuncias sobre el apoyo de paramilitares a las acciones oficiales, la desaparición de personas y las irregularidades de la fuerza pública aún se escuchan desde diferentes sectores de la sociedad.
Y fue en ese mismo año de brutalidad que nació el Colectivo Élite Hip Hop como una apuesta juvenil por la paz. Actualmente está conformado por más de 90 artistas y gestores culturales de 25 agrupaciones de DJ, rap, grafiti, Bboy y Bgirl. En el blog de la organización (http://reddehiphopperselite.blogspot.com) señalan como ejes de acción el “fortalecimiento organizativo, profesionalización y formación, participación política, promoción de la equidad de género, posicionamiento y auto sostenibilidad”.
De este conglomerado cultural también hace parte la organización cristiana YMCA, que los ha venido apoyando desde el comienzo. Hoy, La Élite, como se le conoce, tiene dentro de sus logros la mayoría de grandes proyectos culturales de la Comuna 13 desde 2002.
La escuela de hip hop Kolacho, pasos que no son en vano enseña mediante esta música una filosofía de paz en niños, niñas y jóvenes. Visto desde afuera, este ritmo que expresa tanto sentimientos como reclamos sociales, inconformidad, paz, se convierte en una oportunidad de formular proyectos de vida alternativos a la realidad social y política, y en palabras de Jeihhco, “prevenir desde allí la vinculación al conflicto armado”.
Otra iniciativa que ha calado es el Festival Revolución sin Muertos que sube a la tarima a músicos que cuentan historias de conflicto y las problemáticas familiares, sociales, económicas a las cuales se ven expuestos.
Jeihhco explica que, a excepción de otros festivales, este busca una postura crítica de los artistas frente a su música: “No queremos transmitir mensajes de violencia, sexo, uso de drogas sin una reflexión profunda de su uso. Lo primero que nos llegó del hip hop fue lo que nos traía MTV: cadenas, mujeres, carros”. Eso se ve reflejado en cómo los organizadores del festival (los mismos jóvenes) evalúan a los participantes: la temática política, 35%; la música, 35%; y la imagen, 30%. Esto contrasta con otros eventos donde el único determinante es la calidad acústica. Aquí también interesa el mensaje, la letra.
Historias invisibles
Desde hace más de 20 años, Medellín ha sido la tierra donde se siembran historias de extrema violencia, muchas ciertas, sin duda, pero otras distorsionadas por la imaginación. Cientos de otras historias están por fuera de la agenda mediática, aunque igualmente merecen ser contadas.
La música es apenas una de las múltiples representaciones culturales que pululan de las calles, casas y gente de este sector. Parece paradójico, pero una de las zonas más pobres es una de las más ricas en este aspecto.
C15 es un referente de la producción músical de esta comuna. Jeihhco asegura que dentro de sus canciones integran elementos propios del jazz, soul y funk, lo que les da un carácter distintivo.
Otra característica de C15 es el mensaje positivo que le agregan a cada uno de sus temas. Llama la atención Almas en guerra canción que, según Jeihhco, es un homenaje al conflicto como parte esencial de nuestra condición de seres sociales:
Es la prosa marginal de los que no se ha escuchado
en un rincón de esta ciudad yace un gandul amordazado
por lágrimas que no tienen alma, por el fuego que enciende mi calma,
por el aire que no se respira, por una luz que ilumina mi karma…
Las temáticas de este grupo generalmente cuentan situaciones que viven en sus barrios: denuncia social, llamados a la paz y la narración de historias que enriquecen una memoria común, son algunos temas que suelen tocar. Así nació Aquí si hay amor, creada e interpretada por C15:
Solo albergamos lo factible
hay un mundo mejor posible
por lo imposible hacerlo visible…
La música como resistencia
Como muchas otras bandas de hip hop de Medellín, estos jóvenes buscan construir una resistencia ante la guerra que los acosa. “No es fácil tener que ganarse 600 mil pesos mensuales trabajando a diario cuando por una vuelta a una banda te los puedes ganar en un día”, señala Jeihhco. Resalta que para ellos lo importante es inculcar, sobre todo en los niños, que el fin no justica los medios y que lo más importante es ganarse la vida honestamente.
Willy Rodríguez, integrante de Son Batá, muestra orgulloso los instrumentos, la cabina insonorisada para grabaciones con última tecnología, la sede de práctica, el salón dónde más de 200 niños reciben clases gratis de danza, canto, música… Todo esto en el corazón de la Comuna 13.
El grupo de hip hop de Son Batá abrió hace unos meses el concierto de los Red Hot Chili Peppers. Para el 27 de agosto esperan sacar un álbum propio, producido totalmente en la comuna. Empresas como Confiar y Suramericana, la Alcaldía de Medellín en diferentes momentos y otras organizaciones los han apoyado creyendo en su potencial y su accionar pacificador, transformador, sanador de heridas.
En total son cinco grupos artísticos que tocan desde chirimías hasta hip hop y teatro. Ganaron en los premios Shock, participaron en un reality latinoamericano y fueron visitados por Marc Anthony, quién los invitó a viajar a Los Ángeles, donde tuvieron una destacada participación. Incluso, como muestra del amplio estudio que realizaron para rescatar la música de sus ancestros, ganaron el premio Petronio Álvarez, en Cali, como mejor chirimía, aún manteniendo un estilo irreverente e innovador.
Willy se sonroja al escuchar como Jeihhco cuenta orgulloso lo que Son Batá ha logrado, pero C15 también tiene mucho de qué sentirse bien. Con tambores del Pacífico, trompetas, bajo y percusión ha grabado temas como Identidad y Mi Palenque que se pueden descargar de Internet de forma gratuita.
El último logro es una casa en la parte baja de San Javier, a una cuadra del cementerio. Se llama “La casa morada” y efectivamente está pintada de ese color. Allá casi todo está listo para comenzar a dictar cursos a muy bajo costo y clases gratis. Formación académica en programación, diseño web, manejo de software, entre otras cosas, se alternarán con clases de formación política al interior de La morada, como Jeihhco la llama.
Él camina por las calles saludando a todos. Es popular. Su camiseta dice: “Aquí si hay amor” y tiende su mano a los de aquí y a los de allá. Todos lo respetan porque saben que es un agente de paz. Él, el Perro, Willy, C15, La Élite, los grafitis, todos hacen parte de un cambio que nació desde aquellos que quisieron llegar tarde a la guerra. El objetivo es claro y para Son Batá ya es un slogan: “lograr que lo único que muera en el occidente sea el sol”.