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Plazzo: El guardián de la risa en el semáforo


En Envigado, hace 8 años, se realizó una campaña en las mesas del consejo municipal para eliminar la mendicidad de los semáforos. La medida incluyó a los artistas que realizaban malabares y diferentes actos circenses.

Desde entonces, se prohíben este tipo de actos artísticos en los semáforos, a lo que Diego Ángel Ospina trató de buscar alternativa.

Por Susana Ayala Estrada
sayalae@eafit.edu.co

Diego es un joven emprendedor y con vena cultural, que quiso rescatar la labor de esos actores. Hoy en día es un maestro para muchos. Nació en Itagüí el 6 de septiembre y es “modelo 1991”, como él mismo se describe.

Tuvo una infancia normal, muy cercana a su familia y a sus padres, hasta que estos se separaron. Actualmente, vive con su papá, abuelo y tío abuelo.

Con apenas 28 años de edad, ya tiene un largo recorrido. Pasó por varios colegios de Envigado y solía ser indisciplinado. Cuando por fin terminó su bachillerato, en un lugar de validación y con personas mayores a él, decidió estudiar inglés.

Diego tenía una duda importante, quería saber cómo funcionaban los automóviles y las motos, así que inició una técnica en Mecánica Automotriz, que dejó a un lado cuando solucionó todas sus preguntas al respecto.

Al poco tiempo, inició el pregrado de Gestión Cultural en la Universidad de Antioquia. Ha estudiado mucho en su vida, a pesar de –como dice él– “tener problemas para terminar las cosas”.

Ha probado de todo en las artes circences: desde las telas hasta los malabares. Lo suyo ahora es el gestionamiento de eventos y proyectos culturales, jugar a ser Plazzo, su personaje de circo, además de manejar su proyecto Colectivo Semáforo, donde se pone en escena y enseña.

Diego es un enamorado del arte, de las personas, las humanidades, la cultura y de la juventud. Con 1.70 metros de estatura, un bigote muy peculiar al estilo Salvador Dalí y una sonrisa gigante, va por las calles de la ciudad repartiendo alegría, habilidad y entrega por lo que hace. Y aunque a veces la ciudad no le es recíproca, su labor no se ha opacado.

Para hablar con Diego nos encontrarnos en uno de sus entrenamientos, ya que tiene una agenda apretada. Cuando no está trabajando, está entrenando o estudiando. Es un hombre lleno de vida y disposición, rodeado de personas a las que les dedica gran parte de su tiempo, pues se convierte en maestro cada vez que tiene la oportunidad. Se describe a sí mismo en tres palabras: mamerto, alegría e intermitencia.

¿Cómo es la relación con su papá, mamá y hermanos o hermanas?

La relación con mi papá ha mejorado, como ya crecí ya no me pega. Aunque entramos en diálogo, igual me regaña, pero hay cosas en las que él está equivocado. Como yo estudié y dejé de ser ignorante, no me dejo manipular. A veces nos abrazamos.

Mi mamá es depresiva, se vuelve psicópata a veces, se pone a hablar del pasado y de cosas que le hieren y yo tengo que entenderla, pero a veces no puedo, entonces me alejo por un tiempo hasta que volvemos a fumar marihuana juntos y nos reímos.

Tengo una hermana que ya tiene una bebé y con ella tengo un amor absoluto, porque con ella me crié, tengo otros tres hermanos medios, ellos viven en otras partes, entonces somos más distantes, igual los quiero.

¿Cómo fue esa etapa de niño en la que vivió con sus abuelos?

Es un poco doloroso porque me quedé sin abuelos a temprana edad, los buscaba afuera en maestros y en libros. A mi abuelo materno toda la buena energía, me animó a andar en bicicleta por todas partes, él llegaba a la casa lleno de sudor, mi abuela lo recibía con una toalla, lo secaba y le daba un pico.

Mi abuelo paterno era más agrio, pero más estructurado. Nos dejó con casa propia y estabilidad, pero no era un hombre de decir te quiero, por eso entiendo a mi papá.

¿Quién es Violeta y qué significa para usted?

Violeta es una perrita criolla de un amigo, es mi conexión con la Tierra, con ella siento que vuelvo a las raíces, me siento más tranquilo.

Yo la miro y ella parece más sabia que yo, parece tener todas las respuestas, es muy tranquila y emana una energía que me relaja, me tranquiliza y me da concentración.

¿Qué pensaron sus padres cuando decidió dedicarse al arte?

Ni chimba. Ellos son muy libres, muy “haga lo que quiera con su vida”, pero nunca me dijeron haz o no haz. Han sido todas decisiones mías, nunca me han forjado un camino. En la casa yo fui la primera persona en iniciar estudios de pregrado. A mi mamá le parece rico, yo la invito a los eventos y ella se parcha y me ayuda.

Mi papá es mi fan, pero sólo por Facebook, un día me invitó a que le hiciera el cumpleaños a mi hermana media menor, él quiere repoblar el mundo.

¿Cómo empezó y ha sido el proyecto de la VigaHouse?

Muy interesante, estuve en la planeación de la Política Pública de Juventud de Envigado, y desde ahí se estaba hablando de la VigaHouse, un espacio para la cultura en el municipio.

Cuando esta se inauguró me partí la rodilla, en aquel entonces estaba estudiando una técnica de Ejecución en Artes Circenses en el Sena y me tocó dejar lo corporal a un lado.

Cuando llegué a la Viga me reconocieron con actitud de líder, me dieron a manejar el circo y pasé a ser profesor también, he aprendido muchísimo, me ha dado mucha estructura y enfoque.

¿Qué es Viga Circo?

Es un curso de circo en la VigaHouse, donde compartimos todo lo que sabemos mis compañeros y yo. Cada uno se enfoca en lo que sabe.

El VigaCirco es parcharse a jugar y en ese frenesí de risas y juego es donde uno se da cuenta de que tiene inteligencias y puede llegar a obtener valores muy importantes, como resistencia a la frustración, disciplina, constancia y una conexión con la intención que uno tiene como ser y como artista. Me deja saber cuáles son las cosas que quiero transmitir y cambiar.

¿Cuál es la principal lección que le enseña a sus estudiantes?

No se puede decir “no soy capaz”, eso es erróneo, impreciso. Todos somos capaces de todo, solo que aún no llegamos a eso. Decir eso, socaba nuestra creatividad y voluntad.

Me parece que la palabra tiene mucho poder y declara muchas cosas, entonces decirlo es como un autosabotaje. En cambio, se puede decir, aún no me sale, porque todo depende de la práctica.

¿Cómo es su personaje artístico y qué diferencias tiene con usted?

Plazzo nunca puede bajar la guardia ni la sonrisa, siempre debe estar compartiendo felicidad. Yo, en cambio, a veces me doy vacaciones de la risa. Mi personaje sabe que siempre debe mantener una vibración y que no puede soltarla nunca, y por eso me va bien.

¿Cree que el artista de circo también es actor?

Claro que sí, precisamente por la tendencia que toma el circo hacia el circo teatro. Hay que diferenciarlo con el actor de teatro de sala, que tiene todo más enfocado en lo técnico, la respiración y el guion.

En cambio, el circo tiene un enfoque más artístico, piensa en no soltar los elementos, en no caerse de las telas.

¿Se considera más un líder o un maestro?

Muchos dicen que puede ser pretencioso autoproclamarse maestro, pero creo que es más simple que eso. Cualquier persona me puede enseñar cosas básicas, como recordarme que puedo ser feliz todos los días, entonces le digo maestro a todo el mundo, porque todos me enseñan, hasta desde el ejemplo del no hacer.  El liderazgo es muy difícil, por eso me considero más un maestro que un líder.

¿Qué significa su sobrina para usted?

Significa la posibilidad de hacer que la vena artística de la familia se engrose, crezca y se enraíce más. Es la oportunidad que tengo de definir lo que soy, porque se lo voy a entregar a ella, es como tener un hijo, pero gratis.

¿Cómo se ve en 10 años?

Barbado, cuajo, muy lindo (risas). Me veo como un gestor cultural, con un imperio cultural gigante, manejando artistas y gestores, haciendo procesos comunitarios de construcción de país y trabajando por la paz. Me veo sin hijos, con un perrito de Violeta y viviendo en la montaña feliz.

¿Cómo nace el Colectivo Semáforo?

Nace porque yo estaba en la mesa de Juventud del Consejo de Cultura de Envigado y un día el presidente nos propuso llevar proyectos. Me di cuenta de que los artistas circenses, más que todo los malabaristas, no podían actuar en el semáforo debido a una campaña para combatir la mendicidad, que en Envigado es muy fuerte.

Entonces sentí la necesidad de reivindicar esos actores y que tuvieran un espacio para entablar diálogos, resolver las cosas. A veces el Estado coarta la obtención de recursos del arte, que es una manera importante de ver el desarrollo de una persona que quiere crecer a través de lo que le gusta.

Entonces plateé el Festival Semáforo y cuando lo llevé a la mesa gustó más, porque en ese entonces estudiaba Gestión Cultural y mi proyecto era el más adelantado y estructurado.

El festival se hizo varias veces y en la mesa nos dimos cuenta de que el concepto del semáforo tiene muchas vertientes creativas. Por eso decidimos crear un colectivo solo para el festival y así nació Colectivo Semáforo.

¿Cómo funciona internamente Semáforo hoy en día?

Con los tres colores. El rojo es el impacto, porque cuando ves el rojo, naturalmente paras. Entonces buscamos que a través de ese impacto la gente pare, es decir, que en nuestros eventos vean un artista y se detengan, es generar ese choque estético que dé una conecte.

El amarillo es la reflexión, la meditación, es aprovechar el momento de detenimiento de la cotidianidad para reflexionar. Aquí están los que se encargan de dar el entrenamiento y gestionar los saberes.

Finalmente, el verde es generar una nueva perspectiva de vida, porque lo ves y tú sigues o avanzas. Andrea, mi mano derecha, se encarga de esta parte, que abarca el discurso sostenible del Colectivo y su aspecto ambiental, el eco circo y el Reciclown. Yo los coordino a todos.

¿Cómo se proyecta Semáforo en un futuro?

Nos vemos como una industria cultural, al son de las economías creativas y naranja, promoviendo artistas para que se organicen y empiecen a poner su arte al servicio de sus necesidades.

Un lugar donde puedan encontrar un sustento y que puedan vivir del arte, que no tengan que salirse de su acto creativo para subsistir. Nos vemos como artistas de circo muy buenos, haciendo cosas de gran formato y nivel. Nos vemos como gestores culturales internacionales, haciendo circo y compartiendo nuestra experiencia.

Veo esto como un salvavidas para quitarle personas a la drogadicción o que no caigan en la depresión o la soledad. Nos vemos como un circo social e industrial grande y estético.

¿Qué pasó con la campaña anti-mendicidad y los artistas de semáforo?

Es una campaña que salió del Concejo. Lo importante es que como en algún momento no se pudo hacer arte en los semáforos, nos tuvimos que juntar y organizar para sacar nuevos proyectos que nos permitieran seguir con el arte sin ir al semáforo, la idea no es trabajar en el semáforo, sino con Semáforo. En este momento hay semáforos donde puedes hacerlo por un rato.

En Envigado el semáforo es muy bueno, la gente es muy hospitalaria y dadivosa.  Por eso llegaban buses con gente que venía a pedir acá. Entonces se tuvo que iniciar la campaña. A veces uno llega al semáforo y espacio público te saca de una, ellos han quitado juguetes incluso.

Pero nosotros no queremos ser contestatarios ni entrar en problemas con el establecimiento. No hay un sistema por allá y nosotros acá, sino que nosotros también hacemos parte de ese sistema y, por ende, también hacemos parte del cambio.

Es una planta que crece en medio de la selva, las cosas están para que no crezca nada en el semáforo, pero igual crecen, el arte y la vida encuentran su camino.

¿Cómo vive un artista circense la ciudad?

El artista de circo ve la cuidad como un hábitat natural, los semáforos son cajeros electrónicos, las plazas y los parques son los escenarios.

Cuando vamos por ahí maquillados y vestidos es una fiesta constante, una sonrisa constante, todos los habitantes son nuestros amigos, con todos sonreímos, todos esperan algo de nosotros y a veces es bien retribuido.

¿Qué eventos, festivales o concursos hay en la cuidad que tengan como base el circo?

Los festivales del Circo de Medellín y de Malabarismo Yoka, y los encuentros del Colectivo Circolate en el Jardín Botánico, del Circo Libertario en La Floresta y de Malabaristas en Hospital. También hay parches de malabaristas en Robledo, en Bello los sábados, y en el estadio entrenan todos los días.

¿A dónde va en los tiempos libres?

Yo siempre soy libre, entonces desde cuando estudio hasta cuando entreno, todos son tiempos y espacios libres.

¿Cuáles son los mejores semáforos para hacer malabares en la cuidad y los mejores lugares para entrenar?

Los mejores semáforos están en Envigado, pero no se puede hacer. Entonces uso los semáforos de La Frontera, donde terminan los amarillos y negros de Envigado y empiezan los blancos y negros de Medellín.

De ahí en adelante, se puede hacer y es bueno. Para entrenar se puede ir a la Débora Arango, a los festivales y encuentros y, preferiblemente, al estadio.

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