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La libertad de expresión: un derecho universal con miles de barreras

El martes 23 de agosto se llevó a cabo la Primera Cátedra Antonio Nariño de Libertad de Expresión, cuyo propósito fue poner la libertad de expresión en la agenda de investigación, discusión y enseñanza.

 

Por Danielle Navarro – dnavarr1@eafit.edu.co
Especialización en Comunicación Política

Imagínese por un momento la libertad de expresión. ¿Puede percibirla? Es ligera, no tiene una forma específica y se mueve, se expande, como en ondas que quisieran llegar a múltiples lugares.

Ahora, intente visualizarla, pero esta vez, enredada en un burujo de alambres de púas.

¿Aún puede contemplarla?

Es difícil, ¿verdad? Más o menos así se vive en la vida práctica. Los periodistas e investigadores, en especial aquellos que dedican su vida a incomodar a los poderosos y a desvelar a los corruptos, experimentan, día tras día, la abrumadora sensación de tener la intrepidez periodística oprimida en una trama punzante y peligrosa.

Y sin embargo, han persistido en su labor investigativa.

Jorge Iván Bonilla dice que en Colombia, la libertad de prensa y el acceso a la información están distribuidos irregularmente en los departamentos y municipios

Jorge Iván Bonilla dice que en Colombia, la libertad de prensa y el acceso a la información están distribuidos irregularmente en los departamentos y municipios

Un derecho universal

La libertad de expresión ha sido definida de una forma muy bella, al igual que todos los derechos humanos difíciles de consumar en la vida práctica. El artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos sostiene que:

«Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión».

“Sin limitación de fronteras”, subraya esta definición. Pero en Colombia, la libertad de expresión tiene miles de barreras, a veces invisibles, pero igual de peligrosas.

Actualmente, numerosas fundaciones y organizaciones del país no escatiman esfuerzos en proteger este derecho. No obstante, Colombia ocupa el lugar 134 entre 180 en materia de libertad de expresión, lo cual sustenta la común afirmación que denuncia que el escenario del periodismo colombiano se ha caracterizado por la violencia, la impunidad y la inequidad en el acceso a la información. Aún operan en esta sociedad, que se autoproclama democrática, entidades análogas a las altas cortes de la Edad Media, cuya labor era proteger la reputación y el poder de los señores feudales.

Como lo señaló Jorge Iván Bonilla, en Colombia, la libertad de prensa y el acceso a la información están distribuidos irregularmente en los departamentos y municipios. He aquí uno de los primeros retos que plantea el debate de hoy: hay que extender la información a todas las regiones; y, quizá, un desafío más contundente: el periodismo de las regiones se debe hacer en las regiones y desde las regiones. Como lo expresó el periodista Carlos Mario Correa, “periodismo nacional no puede ser aquel que se hace en Bogotá y simplemente se distribuye en algunos municipios”.

En Colombia, la libertad de expresión tiene miles de barreras, a veces invisibles, pero igual de peligrosas.

En Colombia, la libertad de expresión tiene miles de barreras, a veces invisibles, pero igual de peligrosas.

La herramienta no es el mensaje

Juan Gonzalo Betancur, jefe del pregrado en Comunicación Social, señaló en su presentación, realizada en la Primera Cátedra Antonio Nariño de Libertad de Expresión, que los ecosistemas digitales emergentes proponen un escenario “ideal” para transmitir todo tipo de mensajes. En este panel se resaltó cómo el internet ha facilitado la labor del periodista. Sin embargo, la convergencia de los medios y la abundante oferta de tecnologías de la información no pueden ser fines en sí mismos. Son, apenas, mecanismos, herramientas. He ahí otro gran reto de los periodistas contemporáneos: la herramienta no es el mensaje.

En esa medida, la labor tradicional del periodista sigue vigente: investigar, profundizar, interpretar, discernir y saber contar. Como lo señaló Carlos Eduardo Huertas, de Connectas, “prima la historia, no el formato”.

Y aquí cabe apuntar la formación de los futuros periodistas, quienes además de dominar todas las herramientas contemporáneas que permiten difundir la información, requieren, con urgencia, una profunda formación en historia. De esta dependerá, en gran medida, el tratamiento de la información. O, ¿cuántos héroes nacionales no han sido producto de creaciones mediáticas? Y más grave aún, ¿cuántos de ellos no han sido legitimados así, por ingenuidad o ignorancia?

la labor tradicional del periodista sigue vigente: investigar, profundizar, interpretar, discernir y saber contar.

la labor tradicional del periodista sigue vigente: investigar, profundizar, interpretar, discernir y saber contar.

¿De dónde viene la censura?

Hoy, el periodismo es un agente más del mercado, lo cual resulta inevitable. El periodista Juan Esteban Mejía, durante su presentación, citó a Gerardo Reyes, quien asegura que los intereses comerciales, empresariales y políticos de los dueños de los medios constituyen la más grave fuente de censura. Esta cátedra nos deja una sentencia clave: el periodismo no puede ser un alter ego del poder. Por el contrario, sin excusa ni justificación, su ethos, su “deber ser”, es funcionar como un ente al servicio del interés público.

Estamos transitando de una ciudadanía ejemplar, en la cual primaban los buenos modales, el protocolo y la apariencia, a una ciudadanía deliberante. Esto, en el marco de la Cátedra de Libertad de Expresión, reivindica el valor de la irreverencia y cuestiona la adulación con la que algunas veces se descara el periodismo. No obstante, es necesario precisar que la irreverencia tiene límites. Y como lo ha expresado en diversas ocasiones Carlos Mario Correa, el periodismo debe hacerse con respeto; exige prudencia y moderación, pero no silencio.

La Cátedra Antonio Nariño de Libertad de Expresión es un proyecto mancomunado entre la Especialización en Comunicación Política de la Universidad EAFIT, el Proyecto Antonio Nariño, la Universidad de los Andes, la Universidad ICESI y la Universidad del Norte,

La Cátedra Antonio Nariño de Libertad de Expresión es un proyecto mancomunado entre la Especialización en Comunicación Política de la Universidad EAFIT, el Proyecto Antonio Nariño, la Universidad de los Andes, la Universidad ICESI y la Universidad del Norte,

Una discusión desde la academia

Finalmente, cabe apuntar que las universidades deben contribuir con este debate, tanto en cátedras abiertas al público como en la intimidad del aula de clase, pues aún hay muchas cuerdas flojas. Debemos, pues, transitar de la propaganda a la información; reivindicar la irreverencia, con respeto, desde el lenguaje; combatir la premiación al silencio y enfrentar el castigo a la crítica.

El martes 23 de agosto se llevó a cabo la Cátedra Antonio Nariño de Libertad de Expresión, un proyecto mancomunado entre la Especialización en Comunicación Política de la Universidad EAFIT, el Proyecto Antonio Nariño, la Universidad de los Andes, la Universidad ICESI y la Universidad del Norte, y cuyo propósito fue poner la libertad de expresión en la agenda de investigación, discusión y enseñanza.

Juan Esteban Mejía afirmó en su intervención que el periodismo no está crisis, están en crisis los medios de comunicación. Y se pregunta el periodista: ¿habrá que desprender el periodismo de los medios, teniendo en cuenta que, como lo dijo Daniel Coronell, los periodistas son, en efecto, mejores que los medios?

En esta cátedra participaron los periodistas Mary Luz Avendaño, Carlos Mario Correa y Juan Esteban Mejía, quienes han vivido experiencias particulares de censura; Pedro Vaca, director de la Fundación para la Libertad de Prensa; Ricardo Corredor, director de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI); Carlos Eduardo Huertas, de Connectas; Sebastián Salamanca, director del Proyecto Antonio Nariño, entre otras personas que, desde su experiencia laboral y académica, demandan la libertad de expresión como una condición apremiante de la democracia.

 

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