‘Leo Reyes’ está desempleado
Hace más de un año no pisa un set de grabación. Ha hecho de mecánico, fotógrafo, director, villano y sicario. Lo hemos visto en telenovelas con barba y afeitado, con el pelo largo y completamente calvo. Pero Julián Román no volvería a hacer televisión, si el teatro y el cine fueran suficientes para pagar las cuentas.
Por Elisa Fernández, Daniel Bravo y Daniel Palacio
efernan1@eafit.edu.co
Aparece en el lobby del hotel con un jean negro, leñadora a medio abrir y botas tobilleras. Despeinado, con la barba tupida y la piel brillante, Julián Román está vestido como si el calor de Medellín no lo agobiara. Es raro que camine por el vestíbulo sin escoltas, después de que en 2013 lo amenazaran de muerte por interpretar a Carlos Castaño.
Pero a pesar de su fama, a sus 37 años ya no puede rechazar ninguna oferta. No ha querido probar suerte como director, guionista o escritor, ni ahora que está desempleado. Sus ambiciones están frente a la cámara: “Prefiero no meterme en terrenos en donde me voy a aburrir».
Pero Román ha dirigido en teatro, un territorio que le parece «más íntimo». Allí tiene rutinas, agüeros y presagios. Se viste de negro para ensayar. No silba en el escenario. No prende velas ni fuma. Y sobre todas las cosas no menciona Macbeth, “el innombrable”, que se supone que trae mala suerte. De hecho, durante el montaje de Venus en piel, la última obra en la que participó, en la decoración había un afiche de la obra de Shakespeare. Y Román se clavó uno de los cuchillos de escenografía, la actriz que lo acompañaba se cortó y se fue la luz en el escenario. A veces, las supersticiones no son en vano.
Román se cruza de brazos y se toca los codos todo el tiempo. Cuando habla, mira a los ojos, y en ocasiones se pierde, como si pensara en algo más. Dice que sus personajes violentos tratan de “justificar lo injustificable” y, sin duda, prefiere el papel de villano. Si pudiera elegir, interpretaría íconos de la crueldad como Hamlet y Tito. Pareciera que le interesan las figuras del poder, como a Gabo, o el síndrome de Breaking Bad, como a la Universidad de California.
La imagen de ‘Leo Reyes’, el mecánico torpe y divertido que cantaba Mi diosa coronada, impide a muchos colombianos relacionarlo con el malo de las películas. Tuvo tanto éxito que nadie creería que es el personaje que más le ha costado:
“Hacer reír a la gente es jodidísimo. O te vuelves el payaso payaso o estás en la línea en la que te vuelves un payaso que de paso cuenta algo”.
Román siente que la actuación le vino en un gen. Dice que es su don. Habla de su trabajo con tanta pasión que después de ver la Ópera Metropolitana de Nueva York en cine parece un hincha luego de fútbol: “Uh, ¡qué putería estar en ese teatro viendo esa mierda! Si se ve así en video, güevón, ¿cómo sería uno viendo esos monstruos en vivo?”.
Para él actuar significa aprender a conocer a la gente. Le sirvió para dejar a un lado el niño introvertido que fue y es su forma de entender los fenómenos que suceden en el país: una forma más o menos segura de acercarse al sicario, al jefe paramilitar, a la gente con la que le gustaría sentarse a hablar. “Si me he vuelto curioso es por la actuación. No sé si con otra profesión me habría entregado tanto a enterarme de lo que pasa en Colombia”.
Carlos Castaño, Solipa, Treinta y Ocho, Byron, Valentino, Richi, Leo Reyes y demás son personajes que le han llegado a Román en momentos importantes de su vida. Incluso, si fuera necesario, volvería a trabajar como payaso que promociona almuerzos con un megáfono. Por eso está tranquilo. Las jornadas laborales las reemplaza por viajes. Los guiones los cambia por lectura.
Y mientras sigue desempleado, el personaje que interpreta es bajito, moreno y de dientes muy blancos: Julián Román, el que no es ‘Leo Reyes’, el que pocos conocen.
«Voy para un año sin trabajo. Es maravilloso poder hacer otras cosas, aclarar la mente y viajar. Pero es diferente vivir de unas regalías a los ahorros».