Palomas

Las palomas mensajeras, pasión de los hermanos Otálvaro

Desde hace 22 años, Herberth y Germán se dedican a la cría y adiestramiento de palomas mensajeras, práctica denominada “colombofilia”.

Por Valentina Abad Pérez

Todas las mañanas, Helberth Otálvaro llega a su oficina a cumplir sus obligaciones como gerente de visitadores médicos de Tecno-Químicas. Asiste a reuniones, cuadra cuentas y hace recorridos con sus empleados. Lo que muchos ignoran es que antes de llegar ya ha practicado lo que más le apasiona.

Muy temprano llega a la casa de su madre en el barrio Aliadas del Sur, en el municipio de Sabaneta. Sube al cuarto piso y cubre su impecable camisa blanca con rayas grises y su corbata de seda lila con un delantal de cocinero azul con ribete rojo y letreros de publicidad de medicamentos. Lo usa como capa protectora contra el penetrante olor de la mezcla de excremento, orina y cuido. También para acariciar, entrenar y cuidar a sus 140 palomas mensajeras. Su pasión es evidente. Dice que ellas se emocionan al verlo: “Es un movimiento muy característico (…): inflan  su buche y se ponen contentas. Ahí mismo empiezan a ’currucutear’ como si uno fuera el macho de ellas. Las hembras también se alborotan”, explica Helberth.

Hace 22 años, Helberth y su hermano Germán tuvieron sus primeras palomas mensajeras. Helberth recuerda que cuando tenía 12 años, un señor, mientras él estaba en el  jardín de su casa sacando gallinas, le dijo: “Pelao, le cambio dos palomas mensajeras por un gallo de estos. Después vaya a Villa Hermosa. En el parque está el señor que me las vendió y hable con él”. Helberth accedió.

Así fue como los hermanos Otálvaro conocieron a Roberto, la persona que les contó sobre la Federación Colombófila. “Estudiábamos en el Inem de El Poblado y nos tocaba irnos caminando hasta Villa Hermosa, teníamos que caminar para poder comprar palomas y conseguirles la comida. Era una caminada ni la hijuemadre”.

Su mamá nunca les puso problema, pero como eran de una familia de pocos recursos económicos, les decía: “Ustedes tengan lo que quieran, siempre y cuando lo tengan y lo sostengan ustedes”.

Ahora, conoce tan bien a sus palomas como una madre conoce a sus hijos. Se sabe los nombres de cada una, sabe cuál es hija o nieta de cual: “Esa es la mamá de Nevada y, por ejemplo, el macho de esta es ese que hay allá que tiene la carita como blanca” o “esta es traída de España”. “Esa pichona el año pasado voló  670 kilómetros desde Tulcán, Ecuador, hasta Rionegro y ocupó el segundo puesto de 1.000 palomas”. Y las señalaba diciendo sus nombres: “Esa es Barba Blanca, ese es Arcángel, Raya, el 97.”

Los hermanos Otálvaro tienen 140 palomas mensajeras

Día a día

Las palomas mensajeras son atletas en el aire. Cada mañana, Helberth o su hermano las sacan a entrenar una hora y media. Vuelan en conjunto. Muchas veces el gavilán las persigue y ellas se protegen entre sí, se elevan para que él no tenga oportunidad de cogerlas.  Una bandera azul membretada con el nombre del palomar -Palomar Hermanos Otálvaro- les da las señales a las palomas. Al bajar la bandera, las aves empiezan a volver a su casa y  posan para comer, mientras que las reproductoras »currucutean» en su palomar.

Una vez al día se les sirve la comida. Por lo general son granos. Sin embargo, el alimento varía según la necesidad de la paloma. Dependiendo de lo que necesiten, más energía o más carbohidratos, se les cambia la mezcla: más maíz o ajonjolí o menos alverja. La bebida cada día es diferente. Unos días de la semana tienen nutrientes o vitaminas y otros tienen aceite y calcio: “No sé si a ellas les guste la comida, pero la necesitan para vivir”, comenta entre risas.

Hay dos grupos de palomas: las de reproducción, las que ya han volado carreras; y las voladoras, las que compiten en las carreras. Helberth utiliza hembras para atraer a los machos que están volando. Las encierra en su cajón y los machos acuden volando con gran velocidad. Así ganan las carreras.

Para la reproducción, a finales de diciembre juntan machos y hembras y en agosto sacan las palomas para el Derby,  competencia nacional. Desde hace 12 años sacan su propia línea de palomas. La descendencia es de Terremoto: “Es un palomo que no tiene precio. Me han ofrecido 10 millones de pesos por él, pero yo no lo vendo”, dice Helberth.

Las palomas también se cansan como cualquier deportista: “Llegan mamadas a tomar agua, a comer y a descansar”. También las bañan como si fueran de porcelana. Todos los domingos los hermanos Otálvaro les organizan una bandeja, con agua y sal especial traída desde España. Allí, ellas se »chapucean» y quedan limpias e hidratadas.

A Herberth le han ofrecido 10 millones de pesos por una de sus palomas

Un estilo de vida

Con 140 palomas, los hermanos Otálvaro hacen parte de la Asociación Colombiana de Colombófilos, en la que hay 400 personas que comparten la misma pasión. En Medellín solo son 120 personas. “Me conozco con todos los 400, usted le puede preguntar a cualquiera del país quién es Helberth Otálvaro y ahí mismo le dice. Además, a nosotros nos ha ido bien, hemos quedado campeones de Colombia 2 veces. Tenemos por ahí unos 70 trofeos”, dice Helberth.

A los 45 días de nacer, la palomas se ponen en el techo, en una jaula durante 3 ó 4 horas para que empiecen a mirar donde están ubicadas. Luego se les enseña a entrar por la »trampera», el lugar por donde se entra al palomar. Ellos mismos salen a volar con el grupo. Así se empiezan a entrenar.

“El Derby Nacional”, la carrera de las palomas mensajeros, se hace en enero. Vuelan unas 1.200 palomas. Las aves tienen en una pata una argolla marcada con el país de procedencia -se les pone a los 8 días de nacidas- y en la otra un chip que se les pone antes de empezar a competir. El chip queda registrado para decidir los ganadores.

Estas palomas regresan a casa desde cualquier lugar. Vuelan entre 80 y 90 kilómetros por hora. Aguantan hasta 12 horas volando sin parar. Muchas palomas se pierden. Unas llegan al año o a los dos. Otras son atrapadas por los campesinos o los gavilanes.

Helberth observa a sus palomas: “Por ejemplo, en mis preferidas está Shakira, es una súper paloma, ella se ganó cuatro carreras y eso es muy difícil, uno competir contra 1.000 ó 1.500 palomas y ganar ¡cuatro veces!.”

Su familia lo apoya en su pasión. Su hija también tiene sus propias palomas y acompaña a su padre en su trabajo.

Los fines de semana, Herbeth y su hermano se dedican a sus palomas. Mientras estas están en competencia, ellos las esperan desde muy temprano en su palomar. “Cuando llegan uno las ve en el cielo, entonces uno es cauteloso pero empieza a gritar »paloma, paloma». Ellas asimilan que llegaron a comer y lo que tratamos es de que entren rápido porque si se quedan por ahí en el techo ya uno no gana”, cuenta.

Se gana por segundos, cuando las palomas entran a su palomar, el chip les registra las marcaciones: “Yo tengo amigos que vuelan bien, pero no enseñan a las palomas a entrar rápido y por eso pierden, lo que hay que hacer es motivarlas con comida”, crítica Helbert.

Llegan muy decaídas. En el vuelo pierden como el 30 por ciento de su peso y por eso deben ser recuperadas muy rápido. En la tarde de ese mismo día se lleva el marcador al club y se definen las ganadoras, según los datos de la hora de suelta, de llegada y las coordenadas de cada palomar.

En los entrenamientos, los Otálvaro sueltan las palomas desde diferentes partes. Por ejemplo, las sueltan desde Bolombolo, para que cuando vengan en un vuelo de más lejos y pasen por ahí, piensen que están cerca y aceleren al máximo, como el embalaje en los ciclistas.

Para Helberth la colombofilia es su “desestrés”: “Yo manejo quince personas y cuentas muy grandes, cuando tengo un día duro o problemas, me vengo para acá a ver mis palomas, a coger dos o tres y ya”.

Las palomas vuelan entre 80 y 90 kilómetros por hora

No es un mito

Años antes de que existiera la telefonía, las palomas mensajeras transportaban mensajes y correspondencia. La agencia de noticias Reuters las usó para llevar noticias de una ciudad a otra. Herberth cuenta que  en Colombia se hacía intercambio de palomas entre personas de diferentes ciudades. Cuando necesitaban comunicarse mandaban una a la otra ciudad. “De Cali a Medellín una paloma se demora dos horas y media o tres. Imagínese, usted en carro se demora como nueve horas, en la época que ni siquiera había carro, era a caballo y como cuatro o cinco días, entonces con las palomas era mucho más rápido comunicarse.”

El año pasado, Herberth estuvo en España y se encontró con una agencia donde usan a las palomas para llevar mensajes románticos: “A vos te llevan a un parque lo más de bonito con un lago, y tienen un palomar pequeño, entonces, por ejemplo, vos vas con tu novia y se sientan ahí y cuando menos piensa llega una paloma con el mensaje: Te quieres casar conmigo?”

En Colombia, su uso es para las carreras. Para los colombófilos es su hobby, su deporte, su mayor atracción.

Nota: este texto participó en la actividad Periodistas en la Carrera y fue editado en el curso Edición Periodística.

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