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La palabra y el debate le quitan poder a la violencia

Con el propósito de formar ciudadanos críticos y reflexivos, el Parque Explora y Proantioquia propician espacios de diálogo para pensar la paz desde la cotidianidad del ciudadano y la formalidad del negociador en La Habana.

María Antonia Ruiz Espinal – mruizes1@eafit.edu.co

En Medellín, hace aproximadamente 30 años cuando el narcotráfico estaba en pleno auge, las armas se multiplicaron y reemplazaron a la palabra, siempre considerada el medio para conciliar y evitar la violencia.

Asimismo, hace más de 50 años, en Colombia, los fusiles silenciaron la voz de muchos habitantes, especialmente la de los campesinos y, como consecuencia del desplazamiento forzado, la de los nuevos pobladores que llegaron a ocupar los barrios periféricos de las ciudades, todos en condiciones marginales.

Hoy, un país que antes no hablaba ni usaba resolver sus diferencias pacíficamente se encuentra ad portas de culminar la negociación del conflicto armado. Lo único que falta y que por estos días se ha vuelto parte del oxígeno nacional, es que los colombianos refrenden lo acordado a través de un plebiscito que se realizará el próximo 2 de octubre.

De este modo, el posacuerdo —que no postconflicto, pues el conflicto es inherente a una sociedad— se presenta como el siguiente reto al cual nos debemos acoger los colombianos para lograr el objetivo de, progresivamente, construir un país pacífico donde la palabra le quite el poder a la violencia.

En este contexto, el Parque Explora y Proantioquia, conscientes del valor del debate en pro de la construcción de una sociedad democrática, y de la importancia de contribuir a la divulgación de lo acordado en La Habana para la toma de una decisión razonada, realizaron desde el mes de julio cinco foros públicos en los cuales se debatieron temas como el origen de la confrontación armada o el papel de los ciudadanos como actores distantes, pero nunca ajenos al conflicto.

Paz, traducciones ciudadanas, porque nos une y nos separa necesitamos entenderla, fue el nombre que enmarcó los cinco encuentros y propició espacios para compartir opiniones, preguntar, confrontar y debatir acerca del proceso de paz entre el Gobierno colombiano y las Farc; pues, como alguna vez afirmó Nicanor Restrepo Santamaría, también se construye paz cuando se desarma la palabra.

¿Cómo construir paz desde los territorios?

Respecto al ELN, Claudia Lopez afirma que este grupo es el último eslabón de la cadena del conflicto armado colombiano, y que votar sí es enviarles un mensaje directo para invitarlos a negociar. / Fotos cortesía de @sarakiwiscopio, tomadas de Twitter

Claudia Lopez afirma que el ELN es el último eslabón de la cadena del conflicto armado colombiano, y que votar sí es enviarles un mensaje directo para invitarlos a negociar. / Fotos cortesía de @sarakiwiscopio, tomadas de Twitter.

Este fue el tema de debate en el último foro que se realizó el pasado 8 de septiembre, moderado por el abogado y periodista, Pascual Gaviria, y que tuvo como invitadas a la senadora del Partido Alianza Verde, Claudia López, y a la coordinadora de la Maestría en Construcción de Paz de la Universidad de Los Andes, Angelika Rettberg.

“Construir paz es un proceso inherentemente político, donde las sociedades definen qué tipo de justicia usar para juzgar a los implicados, cómo desmovilizar a los combatientes, a quiénes reparar y de qué forma, y cuánto espacio se le va ceder en el espectro político al grupo armado recién desmovilizado, todo con el objetivo de que el conflicto armado se traslade hacia espacios civilizados de la democracia”, respondió Rettberg ante la pregunta de qué es construir paz.

En este sentido, el poder entra en un juego de tira y afloja, pues, de acuerdo con la senadora, el punto de la participación política debe respetarse y garantizarse, ya que, de no hacerlo, una negociación concertada y dialogada para finalizar el conflicto no tendría sentido si la voz de la oposición fuera socavada. Además, señaló, “conviene más discutir con ideas que con armas”.

Así pues, además de abrir espacios de discusión que eviten la confrontación armada, en el proceso de construcción de paz se deben incluir elementos como vigilar el accionar político, denunciar las irregularidades, la corrupción, el clientelismo, y garantizar a la población recursos básicos para cerrar la brecha entre la ciudad y los territorios.

“La desigualdad de este país ha sido un factor determinante para la prolongación del conflicto, es por esto que votar sí al plebiscito significa echarse al alma a más de 15 millones de colombianos que no conocemos, y que hemos olvidado por más de 50 años”, mencionó Claudia López.

En la actualidad, explicó la senadora por el partido Alianza Verde, las Farc son empleadoras de 65.000 familias colombianas y a lo largo de los últimos 10 años, 400.000 han recibido dinero proveniente de los cultivos de drogas ilícitas.

De esta forma, si el Estado, en conjunto con el sector empresarial, no se compromete a proporcionar empleo digno para facilitar el proceso de reincorporación a la vida civil, no hay manera de restituir las economías ilícitas y construir espacios de convivencia tranquilos. Vidas estables y dignas.

El silencio convertido en sinónimo de tranquilidad, no de censura

El 29 de agosto del 2016 inició el cese al fuego bilateral y definitivo entre el Gobierno y las Farc. Semanas antes el departamento del Chocó entró en paro cívico como última alternativa para llamar la atención del Gobierno frente a tan histórico abandono. La protesta social en espacios de conflicto no es frecuente.

“No es que los habitantes del Chocó, del Cauca y del Putumayo apenas hace dos semanas se hayan dado cuenta del abandono del Estado. Lo que sucede es que ahora, gracias al cese al fuego, pueden salir a hacerlo, porque, ¿quién sale a exigir el cumplimiento de sus derechos en medio de una balacera? Nadie”, agregó Claudia López.

Así, se hace evidente que cuando no hay actores armados controlando un territorio, la ciudadanía empieza a ejercer su papel de verificación y control sobre el poder político y económico. Además, se evita el abuso de poder y surgen nuevas expresiones democráticas libres de coacciones y represiones.

“Ya vamos viendo cómo la paz nos permite ejercer el debido control ciudadano para equilibrar la balanza de poder, borrar fronteras invisibles, participar activamente y lograr un consenso a través del diálogo”, añadió Angelika Rettberg, doctora en Filosofía Política.

Angelika Rettberg: “A pesar de las debilidades y fragilidades del Estado colombiano en muchos aspectos, todavía se puede recurrir a un mínimo institucional necesario para abordar la paz”./ Fotos cortesía de @sarakiwiscopio, tomadas de Twitter

Angelika Rettberg: “A pesar de las debilidades y fragilidades del Estado colombiano en muchos aspectos, todavía se puede recurrir a un mínimo institucional necesario para abordar la paz”/ Fotos cortesía de @sarakiwiscopio, tomadas de Twitter.

No estamos empezamos desde cero

Desde 1953 con el proyecto “Pacificación Nacional”, emprendido durante la dictadura de Rojas Pinilla para desmovilizar a las guerrillas de los Llanos, hasta el 2016, Colombia ha pasado por nueve procesos de paz que han intentado ponerle fin a la violencia.

“Muchos aspectos del proceso actual respiran lecciones aprendidas del pasado y reflejan enseñanzas acumuladas a lo largo de la historia. La lucha por la paz no nos debería tomar por sorpresa, pues desde hace décadas nos venimos preparando”, mencionó Rettberg.

Por lo tanto, además de aceptar nuevas voces, acoger a millones de colombianos olvidados y ampliar la inversión social, la experiencia permite retomar herramientas pasadas para, hoy en día, abonar el terreno y cultivar la paz.

“Tenemos la ACR (Agencia Colombiana para la Reintegración), gracias a la cual más de 55.000 combatientes se han desmovilizado; la Unidad para las Víctimas, que tiene como base la verdad para reparar e indemnizar; La Unidad para la Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas; la Ley 1448 de 2011, entre muchos otros elementos que contribuirán de forma decisiva a cambiar el rumbo del país”, agregó Claudia López.

Sumado a lo anterior, señalaron ambas ponentes, resulta paradójico que sea la población urbana la que va tener mayor representación en las urnas el 2 de octubre, pues esta mayoría privilegiada que poco ha sufrido las consecuencias de la guerra es la que, por cuestiones de porcentaje, va a tener la palabra final del sí o del no respecto al acuerdo final, que, en gran medida, beneficiaría a las comunidades más golpeadas.

Finalmente, expuso la senadora López, hay que salir de la ciudad hacia los territorios.

“Si todos los que tenemos mejores oportunidades y formación seguimos concentrados en 35 ciudades del país, no habrá forma de integrar esos dos mundos desiguales que conforman Colombia. Tenemos que trabajar por los otros, conocerlos e invertir en las regiones”.

 

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