La felicidad tiene cara de papel
Si alguien me preguntara por qué amo tanto a los libros, hablaría sin parar sobre como leer me calma, como me inspiran mis autores preferidos y las cosas que he aprendido de ellos y sus hermosos textos.
Por eso rindo tributo a estos libros y a sus escritores y, de alguna manera, les agradezco por todo lo que han hecho por mí. Así es como comenzó la construcción de mi propia biblioteca.
Por Nicole Rubinstein
nrubinstea@eafit.edu.co
Un hogar sin libros debe ser un lugar muy triste. Por fortuna, mi casa siempre ha tenido libros. Sin embargo, estos no tenían la suerte de estar exhibidos en una repisa o por lo menos en algún puesto visible: estaban todos metidos en cajones y cuando se quería sacar uno se tenía que rebuscar en cada cajón hasta encontrarlo.
En mi niñez nunca le presté mucha atención a esto, ya que en ese entonces leer era una simple actividad entretenida en lugar de ser una cosa de suma importancia para mí, como lo es hoy en día.
No fue sino hasta mucho más adelante en mi vida que quise tener mi biblioteca propia. Fue después de visitar varias bibliotecas diferentes que me di cuenta de la importancia de mantener los libros de forma organizada, de darles la visibilidad que merecen. Finalmente, convencí a mis papás de que era esencial que tuviéramos una.
Mi papá, que sabe algo de carpintería, hizo unas pequeñas repisas en donde poner los libros que en ese entonces estaban guardados en cajones. Naturalmente, me emocioné mucho y poco a poco comencé a comprar mis propios textos y a guardarlos en las repisas. No pasó mucho tiempo hasta que este nuevo espacio se llenara por completo hasta no dejar lugar para un solo tomo más.
El antes ordenado espacio ahora parecía casi tan desorganizado como lo eran los antiguos cajones, con los libros todos amontonados en un intento de que las repisas pudieran sostenerlos a todos.
Lo más curioso era que la mayoría de los libros ahí eran míos. Supongo que la idea de tener mi propia biblioteca disparó una necesidad de leer más de lo que había hecho toda mi vida. A causa del poco espacio que nos quedaba, las repisas fueron reemplazadas por un gran escaparate de madera, y ahora todos mis textos y los de mis papás están ahí.
El espacio añadido me dio la posibilidad de comprar aún más y, riendo, admito que en muy poco tiempo este espacio se llenó y ahora el mueble no puede sostener más libros. Quién sabe, quizás buscaremos otro mueble porque la falta de espacio nunca podrá detener las ganas que tengo de leer todo lo que pueda.
Como a muchos otros lectores, me han preguntado si he considerado tener una tableta Kindle en vez de comprar libros físicos. Las personas que me han hecho esa pregunta siempre proceden a decir que la Kindle me ahorraría el problema de la falta de espacio y que los libros son mucho más baratos ahí.
Quizás es ese sentido del tacto es el que me permite sumergirme más profundo en cada historia, más de lo que podría hacerlo leyendo las palabras en una pantalla.
No hay alguna palabra exacta para el sentimiento que me da cada vez que miro mi biblioteca.
No sé si será orgullo o quizás alegría o una combinación de las dos. A veces me quedo parada frente al mueble y saco mis favoritos, huelo sus páginas y sonrío al recordar los buenos momentos que pasé leyéndolos.
Amo este letrero porque Harry Potter fue de mis primeras series de libros y, de las que tengo guardadas en mi mueble, es de las que más he releído.
Cuando me siento, me demoro mucho en pararme, simplemente porque diría que es el lugar más cómodo en el mundo.
Es todo mío, mi lugar feliz, el puesto donde he leído algunas de mis obras preferidas. No hay nada que disfrute más que las tardes lluviosas, cuando las gotas caen sobre el vidrio de la ventana y puedo acurrucarme con un libro gordo en ese sillón, tomando un té caliente de manzana y canela. Pensar en ese escenario me trae mucha calma.
Hasta el día de hoy, mi biblioteca sigue creciendo. Los libros nuevos que han llegado están guardados por el momento, pero pronto encontraremos un lugar para ellos.
Un pensamiento que me emociona es un futuro donde yo tenga mi propia casa y pueda tener un cuarto solo para poner mis libros.
A veces sueño con una hermosa biblioteca llena de lámparas de cristal y escaleras de madera para alcanzar las repisas más altas. Algo como la Livraria Lello en Oporto, pero sé que algo como eso solo existe en sueños.
Aunque, después de todo, los sueños son algo que puede hacerse realidad. Los libros son una prueba de ello.