Información, corazón o coraza
Sin la publicidad de las prácticas políticas los ciudadanos de a pie no tendríamos cómo enterarnos de estas porque no tenemos la posibilidad de hacer acto de presencia.
Por Juliana Rodríguez Cano – jrodri47@eafit.edu.co*
El actual contexto político que vive el país, el proceso de paz que sucede en Cuba entre el gobierno colombiano y las Farc, sobre el cual informan día a día los diversos medios de comunicación, les pide a todos los sectores pensarse como sujetos políticos. Esta demanda, que les da protagonismo a estos medios de comunicación, nos dice que ellos tienen influencia en las prácticas políticas y que eso que leemos, vemos u oímos en sus espacios informativos altera nuestro comportamiento u opinión frente a los Diálogos.
Ahora oímos que nos estamos preparando para la paz, o por lo menos para cesar una parte del conflicto armado que nos ha acompañado. Leemos en los diarios titulares sobre los protagonistas de la política: el presidente, un par de guerrillas, acciones militares, crisis internas en las instituciones y otros temas que componen la agenda setting: aquello que programan los medios para ofrecernos en las noticias, aunque no sea compatible con nuestra agenda personal.
Esos relatos son posibles por la relación, que desde finales del siglo XX, se ha ido construyendo entre los medios de comunicación y la política, entendida como quehacer político en un sistema democrático.
El cubrimiento que los medios han hecho del proceso de paz es solo un ejemplo para entender mejor esta relación que se nutre de muchos factores que, desde la perspectiva del debate académico, producen efectos negativos o positivos sobre la sociedad, especialmente porque la información que obtenemos de la política nacional es generalmente la que nos ofrecen los medios.
Sin la publicidad de las prácticas políticas, los ciudadanos de a pie no tendríamos cómo enterarnos de algunas de esas acciones porque no tenemos la posibilidad de hacer acto de presencia. Por ejemplo: en los debates del Congreso, en la reunión de la Sexta Comisión, en el puesto de votación en un corregimiento colombiano, etc. Por eso los momentos electorales transmitidos con gran cubrimiento a través de los medios son tan relevantes si hablamos del impacto de las comunicaciones en las prácticas políticas (Gingras, 1998)**.
Para entender mejor esto propongo la siguiente línea de tiempo:
7 de agosto de 2010: se posesionó Juan Manuel Santos Calderón como Presidente de la República, quien fue ministro de defensa de Álvaro Uribe Vélez del 2006 al 2009. Desde que inició su período su relación con el expresidente no fue la mejor porque, entre otras cosas, los discursos del gobierno cambiaron.
2012: durante ese año sucede políticamente el inicio de los acercamientos oficiales entre la guerrilla de las Farc y el gobierno de Santos. Eso quiso decir que ya no se iba a combatir al “enemigo” por la vía de la fuerza sino a través de un diálogo y una negociación. Desde ahí inició todo este proceso y se convirtió en la apuesta política del gobierno.
2014: en este año llegaron de nuevo los vientos electorales, pero esta vez uno de los más importantes para el país en los últimos años porque llevó a una fragmentación política. Tras la decisión de lanzarse de nuevo como candidato para su relección, Santos tenía como banderín político una paloma y su apuesta por un proceso de paz, mientras el candidato de la oposición, Oscar Iván Zuluaga, se presentaba con la estrategia de la paz sin impunidad que es el mismo discurso guerrerista de Uribe. Entonces empezamos a escuchar en las opiniones de los demás que esa era la paz de Santos, cuando más allá de quién la personaliza es una paz que debería ser primero en cada uno de nosotros, para que luego sea en todo el país.
Eso sucedió ante nuestros ojos y lo escuchamos en las noticias que personalizaban en sus transmisiones un proceso de paz a través de la voz de dos personajes muy importantes en ese momento, Uribe y Santos. Y descubrimos luego que las votaciones nos las pusieron en términos de votar por la paz o por la guerra, y no en cuanto a una cuestión de elección de preferencias a consciencia o de distintas propuestas, o posturas. Los medios de comunicación y la relación que tenían con los políticos en esa circunstancia nos volvieron simple algo tan importante, como lo saben hacer con tantos temas de la vida.
Cuando Eduardo Galeano nos dijo que la cultura del envase desprecia los contenidos porque “el contrato del matrimonio importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo y la misa más que Dios”, nos hizo pensar, al igual que a los académicos, en que la forma devora el fondo de las situaciones que vemos a través de los medios. Esto reduce los alcances de las prácticas políticas, como un proceso de paz allá en La Habana, que aún no sabemos a ciencia cierta si sucede o no, porque los vemos reunidos en unas mesas discutiendo sobre unos temas mientras escuchamos que las Farc atemorizan a una comunidad porque llegaron a hacer pedagogía política mientras estaban armados.
Si la información que nos brindan los medios respecto a la política no es en sí el corazón del asunto sino una coraza, nos queda la pregunta: ¿cómo no relacionar esos cuestionamientos con la brecha que ha ido separando a lo político de la política? Por eso la política parece el envase mientras lo político es el fondo. Teniendo en cuenta que son aspectos diferentes del ámbito social, que las noticias que leemos, vemos u oímos corresponden más al envase, a la política, a una disputa entre la paz de Santos, la guerrilla y lo que sucede alrededor de Álvaro Uribe, mientras la realidad corresponde más a lo político, como “lugar de la acción”, de “antagonismos de intereses” donde el otro es un adversario que tiene unas opiniones distintas. Esas subjetividades son más valiosas y constructivas en la medida en que son un poco más objetivas, profundas, elaboradas con paciencia y no porque los medios —aunque nos ofrecen variedad en los envases— nos dicen: “Tienen estas opciones de forma, les ofrecemos muchas opciones”. Sin embargo, gran parte de esos envases informativos son muy bellos por afuera, en la etiqueta parece que tuvieran mucho contenido, pero vienen vacíos y nosotros, como sujetos políticos, debemos llenarlos. Muy ambicioso, ¿no?