Fontanarrosa, un 10 de la crónica argentina
En sus textos, este escritor argentino da muestra de su pasión por el fútbol, un amor que surgió cuando era niño debido al fervor que sentía por su equipo favorito: Rosario Central.
“Y al día siguiente me contaban, no sé cómo se habían enterado pero era verdá, porque era verdá, que parece que Palito se había levantado una mina en el baile. Se imagina, un tipo como él, un crá, y además pintón, muy pintón, alto, rubio, hacía un desastre entre las mujeres, las minas lo tenían loco. Y parece que cuando se va a encamar, esa noche, se saca la camiseta y abajo tenía la camiseta del equipo. ¡A la noche, todavía con la camiseta del equipo, la número dó! ¡De no creer! Pero le digo que era un tipo que ni transpiraba jugando, no se ensuciaba, que era un duque”.
Este es un fragmento del cuento titulado “Lo que se dice jugador al fulbo”, del escritor y humorista argentino Roberto Fontanarrosa (1944-2007). El relato es uno de los 23 cuentos del deporte más visto del mundo que se compilan en su libro Puro Fútbol, publicado en el 2011 por la Editorial La Meta y reimpreso en el 2013, con el subtítulo “Todos sus cuentos de fútbol”.
Narrar con evidente detalle lo que pasa en la historia, dar un contexto preciso a quien lee cada uno de sus cuentos, referenciar sin tapujos el escenario en el que se plantean las historias y enfocarse en los diálogos de los personajes, principales y secundarios, son varias de las figuras retóricas, de las estrategias y técnicas narrativas que Fontanarrosa emplea para hacerle la vida amable al lector.
No obstante, si bien el fútbol es el deporte que más pasiones y emociones genera en la gente del planeta, el autor apuesta por transmitir sentimientos que, como referencian aquellos que hacen parte de este juego, sólo entienden quienes también lo han jugado.
Fontanarrosa, quien también se destacó por su humor gráfico, imprime un sello en este libro futbolero: la jerga de los argentinos, tanto la de los porteños como la de los del interior, en este caso de sus coterráneos de la provincia de Rosario.
Nene, pibe, viejo, “el clú”, “tá bien”, “no é joda”, “verdá”, che y boludo son algunos de los dichos y expresiones más usadas en la tierra del tango, de Maradona y de Messi, a las que el autor recurre con un objetivo: situarlo en un territorio bastante claro: la cancha, sin desconocer lo que se dice cada domingo en el gramado, en los bancos, en los camerinos y en las graderías.
El lector de los cuentos de este libro, indudablemente, se siente transportado por Fontanarrosa a los estadios más populares de Argentina como El Monumental de Núñez y La Bombonera, y hasta las “canchas” y potreros donde miles de gauchos han surgido para darle gloria y nombre al fútbol de su país.
“Qué lástima, Catamarrancio” es otro de los cuentos de esta obra que ante los ojos del lector saca a relucir su poderío narrativo. En este, Fontanarrosa relata desde una cabina de radio, en el Monumental de Núñez, un partido en el que San Lorenzo visita a River Plate, el equipo de la banda cruzada. La historia se ve interrumpida por varias intervenciones del narrador, quien entre la emoción del juego que hay en la cancha y el afán de recordar el nombre de un jugador épico a quien pareciera ver en el terreno de juego en uno de los dos equipos, se conecta con colegas del micrófono en Rusia y en Estados Unidos.
Pero su narración confusa no les permite a ellos participar de la transmisión como cualquiera pudiera imaginar. Es más, en ocasiones el narrador entrevista a diferentes jugadores o integrantes de los cuerpos técnicos de San Lorenzo y River, quienes poco caso le hacen y abandonan la transmisión porque su salida al aire resulta inútil tras la ruidosa pasión del narrador y de uno de sus comentaristas. De hecho, los dos colegas en el extranjero intentan decirle con urgencia una posible catástrofe ambiental a causa de un ataque nuclear que está ocurriendo, sin embargo, vale más la pasión del juego y su narración que tan envidiable primicia.
Quien lee esta historia puede verse de inmediato hundido en el huracán de fanáticos que abarrotan las tribunas del Estadio Monumental, y trata de observar, entre gritos y estrujones, cada detalle de lo que sucede en la grama.
Por ejemplo:
“-Va a tirar García Mainetti, hay peligro, hay peligro, aroma de gol en el estadio, atención, atención… ¿Cómo se llamaba este muchacho que jugaba con Alejo Benítez? Me parece estar viéndolo, alto, rubio, venía de Excursionistas. ¿No tenemos la comunicación con Petrogrado? Todavía no la tenemos, están haciendo esfuerzos los muchachos de la estación receptora de Balcarce, gracias, muchachos, no es responsabilidad de ellos, hay peligro en este disparo, es problema de la estación receptora de Quito, Ecuador o tal vez del radioenlace de Ciudad del Cabo…¿Ya lo tenemos, Cabrini? – Un momento, Ortiz Acosta, nos informan desde…-¡La pelota pegó en el palo, rebota, se salvó San Lorenzo, un bombazo, entra López, remata, pega en un hombre cuidado, puede ser…! ¡Qué lástima, Catamarrancio! Llegó a la carrera ante ese rebote corto, le pegó de volea como venía y estremeció el Autotrol de un pelotazo…”
Puro Fútbol es una obra que se suma a las otras famosas que tocan el tema de la pelota tal como Fútbol a Sol y Sombra, del escritor uruguayo Eduardo Galeano, y Boquita, crónica del argentino Martín Caparrós.
Fontanarrosa en sus textos da muestra de su pasión por el fútbol. Un amor que creció desde niño debido al fervor que sentía por su equipo favorito: el Rosario Central. “El Negro”, como también se le conocía al autor, en esta versión de Puro Fútbol recopila la gran mayoría de sus cuentos de fútbol, lo que hace que el lector conozca el entorno del deporte desde un gramado en la cancha, con un paso selectivo por el sentimiento gaucho hacia este deporte, hasta llegar a conocer inclusive uno de los oficios más importantes en un equipo y quizá uno de los menos valorado o reconocido: la utilería. Así lo cuenta en uno de sus cuentos: “El relato de un utilero”.
Su forma de narrar logra atrapar al lector desde el primer párrafo. Fontanarrosa, quien también se destacó en su país por ser un gran humorista, usa su otra pasión para escribir, pues en uno de sus cuentos, “Los últimos salileros”, a partir de un sarcasmo que invade su relato cuenta la realidad sobre cómo descendió un equipo a la Primera C, luego de una persecución por parte de los árbitros durante toda su estancia en la máxima categoría del fútbol argentino.
Puro Fútbol, una obra escrita con una pasión tal vez aún mayor que la que se puede vivir con el deporte que más emociones genera en el planeta.