IMG_1974

El mercado capitalista nos tiene obsesionados

Algunos colombianos desde la infancia hemos seguido todo lo que se hace en Estados Unidos, desde idolatrar a los personajes más representativos hasta comprar cada uno de sus productos: música, ropa, tecnología, juegos, etc.

Por Laura Betancur Saldarriaga

bitacora@eafit.edu.co

Foto Lina María Arroyave Ceballos

Oímos sus canciones, seguimos a sus celebridades, vemos sus películas, compramos sus juguetes, hablamos su idioma, los visitamos cuando podemos, compramos su ropa, adoptamos sus costumbres, los idolatramos. Estamos obsesionados con Estados Unidos.

Como asegura muy acertadamente Mario Vargas Llosa en su libro La cultura del espectáculo, el mundo vive en pos del entretenimiento, de la búsqueda de placer y nada más, de estar todo el tiempo divirtiéndose, olvidándose así de que la vida no es toda una comedia romántica, sino un drama que contiene todo tipo de obstáculos y que si no estamos preparados para combatirlos, nos arrollarán.

Estados Unidos, con su imperio capitalista, ha tenido gran participación en este fenómeno cultural que parece haber afectado a las sociedades que se rigen bajo un sistema económico capitalista, como lo es el caso de Colombia.

Los colombianos vivimos constantemente a partir de lo que se hace en ese país y en la mayoría de costumbres -si no es en todas- se ven evidencias de esto: desde la infancia se ve a los niños idolatrando a personajes de caricatura creados por el imperio hollywoodense; los jóvenes están constantemente influenciados por los medios norteamericanos, oyendo su música, jugando sus juegos, comprando su ropa, sus dispositivos electrónicos e incluso hablando su idioma.

El mercado colombiano está lleno de productos norteamericanos que han logrado persuadir hasta a la población adulta. Todo lo de Estados Unidos parece que fuera mejor que lo nacional. Incluso cuando la calidad no es mejor que en el ámbito nacional, prima el concepto de marca que tanto nos influye de Norteamérica.

Hemos llegado hasta el punto en que solo lo proveniente de allí es lo que da status, lo que es digno de las élites, creando un desprecio colectivo por lo nacional, por las muestras de cultura que solo aquí en Colombia tenemos.

Se está empezando a notar que a los niños y jóvenes todo lo que es de la cultura propia y campesina de Colombia les causa un cierto repudio o, más bien, una concepción de que lo artesanal es chabacano y de poca clase. Aunque no se puede decir que esto ocurre en todos los individuos, sí se puede afirmar que una buena cantidad de colombianos que viven en las ciudades principales sí piensa de esta manera.

Como vivimos tan enfocados en los medios, estamos todo el tiempo consumiendo los productos mediáticos que lo único que quieren es servir de publicidad y entretención que nos haga comprar cada vez más productos y servicios que no son imperativamente necesarios para subsistir y que, además, como efecto secundario, están creando una sociedad de bobos que lo único que hacen en todo el día es estar pendiente de lo que pasa en Estados Unidos, nunca teniendo una sed de conocimiento y aprendizaje de lo que sí es cultura que, como dice Vargas Llosa, la cultura no se trata de cantidad sino de calidad y sensibilidad, cosa que hace falta en los productos mediáticos más populares en nuestros niños, jóvenes y en la actualidad se está viendo que también en gran parte de la población adulta.

La cultura del espectáculo ha hecho de nosotros personas que pierden tiempo. Nunca estamos creando, solo servimos de espectadores a esta cultura que pretende mantenernos ocupados mientras las cosas importantes de verdad pasan sin siquiera darnos cuenta.

El hedonismo ha hecho de los jóvenes y de la sociedad contemporánea personas que solo buscan el placer, presentando así una gran amenaza para la humanidad. Pues si son pocos los que se preocupan por aprender, conocer e investigar, estamos entonces en miras de una sociedad estancada académicamente, en donde no habrá nada nuevo.

Crearemos entonces una masa de individuos dirigida por la pequeña minoría que mandará y dictará sin distinción.

Todo empieza desde la educación. El aprendizaje en edades tempranas hace que en un futuro crezcan personas capaces de preguntar, discutir, crear, cuestionarse, investigar, disfrutar; pero si desde pequeños no se les enseña a los niños a ser curiosos, crearemos una sociedad que no se pregunta, que se deja llevar por la multitud, que no tiene criterio ni valores que defender, que se deja pisotear por los ideales dictatoriales, que no tiene libertad ni conocimiento para ejercer una ciudadanía participativa.

Amartya Sen, el filósofo y economista bengalí (India), ganador del premio Nobel de economía, asegura que una sociedad llega a ser desarrollada solo cuando todos los individuos pueden elegir qué hacer con su vida, es decir, cuando en una sociedad cada persona puede elegir en qué trabajar, explotando así sus habilidades particulares y haciendo uso de su libertad, y así se crea una sociedad equitativa y desarrollada, con un alto nivel de educación, civismo y cultura.

A este ideal solo se puede llegar entonces si hay un contexto que lo permita. Esto quiere decir que el desarrollo solo se logra cuando todas las personas están educadas y tienen conocimiento del mundo para poder así escoger sus actividades favoritas entre la alta gama de actividades económicas que esta sociedad brinda.

Pero hay esperanza pues este fenómeno hedonista y capitalista no ha logrado cegarnos a todos. Aún existen personas que de verdad saben reconocer el valor de las cosas, el valor tanto espiritual, cultural y económico de algo.

Aún hay personas que sienten aberración por ese facilismo que se ha vuelto tan común. Hay personas que valoran el conocimiento, la cultura, el arte, la música, el buen uso del lenguaje, la familia, la religión, el sexo como acto de amor y no solo de placer… en fin, existen personas capaces de reconocer que no todo es diversión, que la vida es mucho más que vivir en pos de lo que se tiene.

Todavía hay personas que prefieren las experiencias más que los objetos, que valoran un viaje no por la cantidad de países que se visitan sino por la calidad de esas visitas. Personas que con su ejemplo están liderando los proyectos que cambiarán el mundo, planes en contra de empresas que perjudican al planeta, ambientalistas, propósitos que tratan de combatir el hambre y la baja educación de los niños.
Está entonces en nosotros tratar de enseñarles a nuestros hijos el verdadero valor de la vida en vez del valor de las cosas que no necesitamos para ser felices.

 

Comentarios