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El desencanto más hermoso del mundo: charla con la periodista Claudia Morales

Después de 23 años de hacer periodismo incómodo, Claudia Morales se siente agotada, pero hay un motivo que la impulsa a seguir investigando, denunciando y acusando a todos aquellos personajes públicos que cometen delitos y que abusan de su condición de poderosos.

Por Danielle Navarro B. – dnavarr1@eafit.edu.co

Cuando se le pregunta a Claudia Morales si se justifica sacrificar la tranquilidad de la vida por el éxito de la profesión, la respuesta se hace esperar. Después del silencio, afirma con convicción: “Antes sí lo creía, era bastante irresponsable. Pero la perspectiva de la vida me cambió radicalmente después de ser mamá».

Entonces, ¿por qué seguir en el periodismo?

Esta pregunta estuvo latente a lo largo de su presentación en los Días de la Comunicación, cuando se realizó el conversatorio entre la periodista, el profesor Jorge Bonilla, la estudiante Isabella Valencia y Bitácora.

La intención inicial era hablar sobre el periodismo incómodo al poder. Al final también surgió una reflexión en torno a las consecuencias de entregarle la vida a la profesión.

¿Qué es lo más incómodo de hacer periodismo incómodo?

Lo que a mí me tiene un poco cansada es que al final del día, ante cualquier cosa que tú hagas, la mayor repercusión la sufren las personas que tú más amas, y quienes te quieren hacer daño saben que es así. Si tú estás solo, bueno, no pasa nada. Pero si tienes hijos y familia, ya no eres tú, sino que el daño te lo pueden hacer a través de otros.

En este episodio de las denuncias de la Policía me mandaron una foto del bus de mi hija entrando al colegio. Ese día pensé —y es algo que he pensado mucho desde que ella nació—que no vale la pena.

Eso es lo que más me duele. Otra cosa es que la lista de enemigos crece y la de amigos es cada vez menor. Sería un ejercicio muy gracioso ver el escritorio de mis colegas en navidad, altísimo de regalos, versus el mío, vacío. Yo soy de las pocas periodistas que no recibe regalos. Pero eso a mí no me importa.

Ha habido una una historia heroica con relación a las unidades de investigación, sobre todo en la época de Alberto Donadío o Gerardo Reyes. ¿Qué ha pasado ahora con esas unidades?

El poder ha domesticado al periodismo en Colombia. La unidad investigativa de Semana es una persona. La radio hoy no tienen unidades investigativas, ni las empresas grandes ni las pequeñas. Las unidades investigativas se llaman así, pero son una risa. En la que yo estuve trabajaba sola, yo con yo. No tenía un equipo de trabajo, ni de producción, yo hacía las llamadas, pagaba mis desplazamientos, escribía, editaba, sacaba al aire.

¿Hay esperanza de que prospere el periodismo de investigación en Colombia?

Sí hay, tal vez en los medios alternativos y regionales, como lasillavacia.com, elolfato.com, por citar algunos. Allí creo que está la esperanza del periodismo de investigación.

¿Cómo ve el periodismo de los medios tradicionales hoy en día?

Desde mi óptica, los medios de comunicación han tenido una evolución negativa. Cada vez hay menos profundidad en los nacionales (Caracol RCN, El Colombiano, El Tiempo, Caracol Radio, El Espectador). Creo que cada vez los medios son más dóciles y es menor su interés por investigar y denunciar.

¿Qué piensa sobre esta generación de periodistas jóvenes?

No voy a generalizar. Hablaré de los que tuve que recibir en Semana, RCN radio, Caracol radio.  Esencialmente, no tienen ni idea de a dónde van a llegar. No sé qué se imaginan que es entrar a la redacción de una emisora como Caracol, o a una revsita como Semana, pero llegan demasiado perdidos. Lo segundo es que no leen, no saben dónde están parados. Y una cosa mucho más impresionante, ¡no saben escribir!. No saben redactar una noticia.

Me llama la atención que los practicantes de las pequeñas universidades, de las regionales, tienen más garra y lo hacen muy bien. No sé por qué, pero lo hacen mejor que los de las grandes universidades “firififís”, que entran a medios “súper wow”.

También creo que hay una desconexión entre la academia y la realidad. Debería haber una mayor articulación entre lo que está pasando allí y lo que pasa en la cotidianidad de un medio de comunicación . Pero los chicos no saben lo que hay afuera, el mundo de afuera es muy duro, además es un mundo de un periodismo muy corrupto, del que hay que saber defenderse.

¿Qué diferencia encuentra entre su generación de periodistas y la contemporánea?

Se supone que estamos en el periodismo para tener los ojos donde el común de la gente no los tiene. Eso fue lo que a mí me motivó a entrar a una facultad de comunicación social. Pero yo veo que eso no está ocurriendo en el periodismo de ahora. Y creo que hay una generación de periodistas jóvenes a los que tampoco les interesa mucho llegar a los medios nacionales a eso, no sé si por la falta de interés de su propia naturaleza o porque resulta mejor callar y no ser irreverente frente al medio.

¿Qué le recomienda a esta generación de periodistas jóvenes?

Primero, hay que conocer la historia. Un periodista debe conocer la historia del lugar donde vive. Los periodistas entran a los medios sin conocer el contexto y arrancan de ceros en una realidad. Por eso no saben qué hay detrás. Lo único que hace eso posible es conocer la historia y leer, leer de todo. ¡Los periodistas de ahora no leen!

Otra recomendación. Cuando entren a un medio, ojalá encuentren a alguien que pueda ser su referente. Alguien a  quien admiren y les pueda dar la mano. Desafortunadamente, hoy hay poca gente a quien admirar y que haga periodismo responsable.

En los Días de ña Comunicación, Claudia Morales (centro) conversó con profesor Jorge Bonilla (derecha) y con la estudiante Isabella Valencia (izquierda). Foto: Natalia Zuluaga.

En los Días de la Comunicación, Claudia Morales (centro) conversó con el profesor Jorge Bonilla (derecha) y con la estudiante Isabella Valencia (izquierda). Foto: Natalia Zuluaga.

¿Quién puede ser hoy un referente periodístico?

Javier Darío Restrepo. Ya no es periodista, pero hizo periodismo responsable y muy decente. Judith Sarmiento. Afuera me gusta Jorge Ramos, de Univisión, me parece un tipo admirable, sencillo y trabajador.

¿Cómo ve la  solidaridad de los periodsitas con las fuentes? Es decir, ¿qué diferencia hay entre los periodistas que incomodan, con relación a aquellos que alaban o elogian?

El periodismo incómodo se traduce en que la lista de enemigos crece y la de amigos se disminuye, pero pasa cada vez que uno se mete con el poder, en cualquier medida. A veces pasa que cuando los periodistas tocamos fuentes sensibles de información que resultan involucradas en eventos incorrectos, los demás colegas prefieren ignorar el tema por solidaridad con la fuente y no con el tema que investiga o con el colega. Prefieren congraciarse con la fuente por razones de conveniencia.

Cuando uno es complaciente con el poder siempre le llegan más invitaciones, lo tienen en cuenta para más actividades, con todos los gastos pagos. Pero en la medida en que uno confronta el poder, esas invitaciones no llegan. Y a muchos colegas nuestros les parece que sin eso no es posible vivir. A mí no me llegan carteras Louis Vuitton, como les llegan a mis amigas, ni tablets, ni botellas de champaña.

¿Cree que el periodismo siempre debe ser solidario con los menos favorecidos?

No, porque muchos resultan oportunistas. Uno tiene que tener ciertos filtros porque a veces los menos favorecidos no son los que más nos necesitan. Hay que darles voz, pero también mirar la otra parte de la historia, lo que hay detrás, porque ahí uno también descubre casos deshonestos.

¿En su labor periodística ha tenido situaciones incómodas por ser una mujer atractiva?

Con relación a las fuentes, hay hombres que creen que por el hecho de que tú los necesitas, pueden aprovecharse de esa situación. Una vez yo buscaba mucho a un personaje público (omitiré el nombre). Iba a la Fiscalía y a veces almorzábamos juntos, porque yo acudía a él, como fuente, cuando trabajaba para la W.

Un día empezó a escribirme mensajes. Una vez a las tres y treinta de la mañana me llegó  un correo que decía “anoche soñé contigo”. Pensé que se había equivocado de remitente. Al otro día lo llamé y le pregunté, y me dijo: “El mensaje sí era para ti”. Yo le cambié el tema y pensé que ahí se quedaría la cosa. Pero no. Empezó a insistir, a invitarme a bailar, a cenar. Eso le duró diez días, yo le metí su “zapatazo” y la conclusión fue que no me volvió a contestar el teléfono. Perdí una fuente, pero era eso o irme a tirar con el tipo.

Kapuscinsky habla de los cinco sentidos de un periodista: estar, ver, oír, compartir, pensar. Además de esto, ¿qué se necesita para hacer periodismo incómodo?

No perder el miedo. A veces colegas muy valientes creen que no sentir miedo los hace mejores. Yo creo que el miedo te da un cierto sentido de responsabilidad y te pone ciertos sentidos de alerta. Cuando estás tan confiado, pierdes. Si tú conservas una dosis de miedo —yo la tengo—, estás más alerta porque no estás confiado de que no va a pasar nada. Además, el miedo te pone a pensar de otra manera, te permite suspender y preguntarte “¿ahora qué hago?”.

Si la idea de dejar el periodismo la asalta con frecuencia, ¿qué la mantiene en el oficio?

El periodismo es una especie de adicción. Por eso lo sigo haciendo. Pero además, me mantiene aquí la gente a la que ayudo. Me cuesta mucho ignorar a una persona o a una comunidad, porque sé que si yo puedo hacer algo por él, ella o ellos, algo se puede hacer y algo logro yo para ayudarlos. Me cuesta mucho voltear la cara cuando sé que una persona me necesita, y más si sé que por mi condición, puedo ayudarle de manera muy efectiva.

Claudia es la subdirectora del programa La Luciérnaga de Caracol Radio y columnista de El Espectador. Ha trabajado en La W, en RCN Radio y en Semana, y es reconocida nacionalmente por sus denuncias sobre la corrupción en la Policía Nacional, las pésimas condiciones de alimentación de los niños de Chocó, Aguachica y Magdalena; la muerte por desnutrición de los niños Wayúu en La Guajira, entre otras perversiones relacionadas con la desnutrición infantil y el ICBF.

En el programa la Luciérnaga manifiesta constantemente su disposición por ayudar a la gente. Y aunque en ocasiones se siente desencantada del periodismo, dice que su condición humana la impulsa a continuar ejerciendo su mayor acto de irreverencia: investigar y denunciar la corrupción, la injusticia y el descaro del Estado colombiano. Pero más allá de eso, permamence en el oficio porque es incapaz de ignorar la virtud que tiene el periodismo de hacer efectivos, reales y materiales los sentimientos de solidaridad.

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