Dos explosiones en la memoria


En la madrugada del trece de enero de 1988, lo que comenzaba como una mañana tranquila en el sector de Santa María de los Ángeles, en el barrio El Poblado, estalló en ruido y caos tras la explosión de un carro bomba con 80 kilos de dinamita.

Por María Camila Rodas y Luisa Fernanda Salinas
mrodasr1@eafit.edu.co / lsalina1@eafit.edu.co

Contenido: María Camila Rodas / Anlly Hernández / Santiago Morales
Producción: María Camila Rodas / Anlly Hernández / Santiago Morales
Edición: María Camila Rodas

El vehículo estaba estacionado en la parte trasera del lujoso edificio Mónaco, propiedad del narcotraficante Pablo Emilio Escobar Gaviria y residencia de su familia, y dio inicio a la guerra entre el Cartel de Medellín y el Cartel de Cali.

Los escombros de la edificación y los daños causados en varias cuadras a la redonda llenaron de miedo y de angustia a los vecinos, entre ellos a Edwin Henao Díaz –propietario de un apartamento en el edificio Bahía Blanca, contiguo al Mónaco–, testigo y víctima de la explosión.

“Recuerdo que eso fue aproximadamente a las 5:15, 5:20 de la mañana, un día lunes o martes. A esa hora hubo una explosión fuerte que dañó prácticamente todo este apartamento y todo el edificio. Volaron puertas, ventanas y muros. Salí a ver qué había pasado y me encontré con dos personas muertas”, dice Edwin.

Trozos de techo esparcidos por el suelo, pedazos de vidrio y cemento, objetos disparados contra las paredes y ramas de árboles calcinadas describen lo que desde 1988, ha sido una herida abierta para los residentes de Bahía Blanca, único edificio de la época que se conserva en el sector.

Los sentimientos y recuerdos que han marcado a las víctimas de aquella explosión desde hace 31 años, se revivieron el pasado 22 de febrero de 2019, con la implosión del edificio Mónaco.

Claudia Henao, hija de Edwin, que era una niña cuando explotó el carro bomba, recuerda que “era tanta la confusión que no se sabía ni quiénes ni dónde; de hecho, en este apartamento la puerta de enfrente se desapareció, nunca apareció.

Después de tantos años para mí es un alivio que ese edificio lo demuelan, que por fin termine ese episodio y que podamos decir: ‘se acabó el sufrimiento, la tristeza, los malos recuerdos, simplemente se acabó Pablo Escobar’”, dice Claudia agradeciendo a Dios el fin de la edificación y que ella y su familia hubieran sobrevivido a la explosión.

El día de la implosión del edificio por parte de la Alcaldía de Medellín no solo se habló de las víctimas de la explosión del Mónaco, símbolo de las extravagancias del narcotráfico, sino de miles de muertes –la administración municipal habla de 46.612 víctimas de la violencia entre 1983 y 1994– a causa de la guerra desatada por uno de los criminales más famosos de la historia.

Víctimas de quienes les arrebataron la vida, que no hemos llorado y hoy son historias olvidadas.

Los aplausos y las lágrimas cobraron protagonismo en los rostros de varios de los invitados al acto protocolario tras la última sirena que advertía la implosión de un edificio que marcó una época tenebrosa.

Homenaje a víctimas del narcoterrorismo por parte del alcalde de la ciudad de Medellín.

Mujer conmocionada minutos antes de la implosión del Edificio Mónaco.

Por María Camila Rodas 
mrodasr1@eafit.edu.co

En 2017, como parte del curso de Periodismo Político Internacional, del pregrado en Comunicación Social, debíamos encontrar una historia para contar el “lado B” del narcotráfico y de Pablo Escobar, la historia de sus víctimas, para llevar a cabo un especial audiovisual que evidenciara cuántas madres, esposas, hijos y hermanos han perdido a sus familiares y seres queridos, debido a una guerra que nunca les perteneció.

Víctimas, silencios y memorias.

El edificio Mónaco fue el lugar y el hecho designado por el docente Mauricio Builes, y desde ese lugar –hace ya dos años– emprendí mi búsqueda.

No fue fácil encontrar víctimas de las guerras entre los carteles de la droga, porque casi treinta años después, el sector de Santa María de los Ángeles se encontraba remozado y revalorizado por nuevas viviendas y edificios modernos, y muchos de los que allí vivieron ya habían abandonado, no solo su residencia, sino el país.

Claudia Henao Ramírez, su padre Edwin Henao Díaz, y Clara Hernández fueron algunas de las víctimas y testigos que desde 1988 sufrieron bombas y atentados –ocho en total– y aún viven aledañas al edificio Mónaco.

“Ver a tus vecinos asustados, sin saber qué pasó, ver que te acabas de quedar sin casa, sin tus cosas, que no tienes ni idea qué vas a hacer en ese momento y que tu vida cambia totalmente. Que después te des cuenta de que es una guerra en la cual no tienes nada que ver es muy frustrante y te deja una sensación muy amarga”, recuerda Claudia.

Como estudiante, el reto de hacer entrevistas y crear videos y textos alrededor del Mónaco se logró con satisfacción, pero ahora como profesional, el reto de neutralizar mis sensaciones a la hora de cubrir el evento de demolición del edificio me desbordó, porque después de ver un edificio con tanta carga negativa caer en pedazos se desprendió en mí una avalancha de sensaciones.

No era alegría, ni aprobación, ni resentimiento, solo sentí lo que tantos protagonistas de historias olvidadas en Colombia pudieron haber sentido tras ver hecho escombros el símbolo que tanto dolor les había causado.

Momento en el que el edificio Mónaco desaparece del paisaje de Medellín.

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