Depresión, estrés y ansiedad: un problema universitario
La carga académica, el horario, los parciales y la entrega de proyectos preocupan a cualquier estudiante universitario. La tensión constante deriva en estrés y, cuando éste se vuelve cotidiano, aparece la depresión.
Por: Santiago Chaverra Gómez – schaverr@eafit.edu.co
El mal rendimiento académico, los índices de deserción y el deterioro de la salud aumentan de forma proporcional a los casos de depresión. Las cifras: tan altas como el número de estudiantes. El porcentaje de estudiantes ansiosos y depresivos: tan elevado y grave como el trastorno.
De acuerdo con un estudio realizado en la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, a partir de una muestra de 218 estudiantes, se comprobó que el 30% sufre de algún nivel de depresión. En Medellín, una investigación de la Universidad CES arrojó que, de una población de 1344 estudiantes, el 47,3% padece trastornos de depresión en tres niveles: leve 29,9%, moderada 14,2% y severa 3,2%.
En la Universidad Nacional la depresión no disminuye: de una muestra de 1010 estudiantes solo el 13,6% no presenta problemas de depresión y del 86,7% restante solo el 25,7% va al psicólogo.
Causas
Ante el aumento de este trastorno entre los estudiantes, las universidades han creado consultorios y servicios de orientación psicológica para ofrecer ayuda. Según Ana Pérez Duque, piscóloga de la Universidad Católica Luis Amigó empleada en la Universidad de Medellín, los casos más atendidos son las crisis que se derivan de la ansiedad, el estrés y la depresión.
“En su mayoría son casos de estrés y ansiedad a causa de la carga académica, las dificultades en el aprendizaje y el desarrollo de nuevas facultades, la intensidad horaria, la exigencia de algunos profesores, las relaciones con los demás compañeros y la escasez de tiempo para divertirse y descansar”, explica Pérez.
Asegura también que todos estos factores influyen más en los estudiantes de pregrado pues son personas que viven la etapa de la adolescencia tardía. Además, de todos los estudiantes de pregrado, son los de primer semestre quienes más se afectan, pues deben afrontar el cambio de exigencia entre la básica secundaria y el pregrado que, en algunos casos, es escogido por obligación y no por gusto.
No solo los compromisos académicos pueden generar ansiedad en el estudiante. Un sinnúmero de factores externos pueden ser la causa. Así le sucedió a Ana María Jiménez, quien a finales del tercer semestre sufrió un cuadro de depresión.
Seis meses después de conocer a un hombre por internet se dio cuenta de que este hombre, en realidad, era una mujer. Las dudas no esperaron. “Empecé a darme cuenta de que quizá los hombres no me gustaban”.
Lo que inició como un amor por internet se transformó en una angustia constante. Su mamá no la aceptó y le prohibió empezar una relación. Su hermana tampoco la apoyó. La carga académica, el trabajo y la separación de sus padres se sumaron a la situación que desencadenó en ella un cuadro de depresión.
Problemas asociados con la depresión, la ansiedad y el estrés
Según el estudio de la Universidad CES los exámenes escritos y las presentaciones orales son las situaciones académicas que más estrés generan.
“La depresión es un trastorno que debe ser diagnosticado bajo unos criterios especificados en un manual estándar y que se debe diferenciar de un caso de estrés y ansiedad moderada o severa, el cual tiende a ser temporal, mientras que, en la depresión, los síntomas persisten por mayor tiempo y afecta la conducta de manera más significativa”, explica Pérez.
Añade que un estudiante con depresión se identifica de forma fácil porque su manera de actuar tiende a deteriorar su salud física y mental. Puede volverse anoréxico o tener sobrepeso. No se preocupa por su apariencia física. No se asea. Abusa del cigarrillo, el alcohol y las drogas. Puede presentar tendencias suicidas y sentir que su vida es un fracaso.
En el caso de Ana María, su sobrepeso aumentó. Empezó a tomar lícor y a fumar con mucha frecuencia. “Esa situación afectó mi promedio, mis relaciones personales y mi visión del mundo. Yo no quería hablar con nadie, ni siquiera con las personas más cercanas. No podía hablar en público ni hacer exposiciones en clase.”
Después de negar su problema y evitar los consultorios aceptó recibir ayuda de un psicólogo de la dependencia de Bienestar Universitario. Afrontó sus problemas, cambió y mejoró su promedio académico.
“Muchos estudiantes no buscan ayuda y dejan que su cuadro de depresión se agrave. Esto puede terminar en deserción, grave deterioro de la salud, abuso y dependencia de drogas y tendencias suicidas”, añade Pérez.
Posibles antídotos
La psicóloga recomienda realizar ejercicios de orientación y exámenes vocacionales antes de empezar a estudiar una carrera. Cuando se estudia algo que concuerda con las aptitudes propias, el estrés y la tensión de las actividades académicas disminuyen de forma considerable.
Ser organizados con las tareas asignadas y distribuir el tiempo evita el estrés. En caso de no poder controlar la tensión, se recomienda separar una cita con el servicio de atención psicológica de la universidad.
Pérez hace énfasis en mantener buenas relaciones sociales. Un estudiante que no tenga un círculo de amigos o que no socialice con facilidad puede verse doblemente afectado. Se le dificulta buscar un grupo de trabajo, tiende a tener vergüenza de aportar y discutir y acepta las decisiones de otros aunque no esté de acuerdo.
El hecho de tener personas con quien socializar ayuda a disminuir el estrés. Conversar con los amigos y escuchar sus problemas es un buen ejercicio de retroalimentación y acompañamiento.
“Cuando un estudiante escucha a otro que pasa por los mismos problemas que los suyos, se genera una sensación de compañía y de motivación”, añade. Muchos estudiantes no tienen con quién compartir sus problemas, así que los apropian y los ven mucho más complejos de lo que realmente son.
Ana María Jiménez dice que, al final, buscar ayuda es lo mejor que se puede hacer. “Contrario a lo que se piensa, la universidad ayuda a luchar contra la depresión. Una rutina que te saque de tu zona cómoda y te confronte todo el tiempo con nuevos retos es lo que más ayuda a recuperarse”.