Cuando se va el sol, la vida surge en el jardín
El segundo viernes de cada mes se realiza en el Jardín Botánico de Medellín Joaquín Antonio Uribe un recorrido con linternas que pretende mostrar otra cara del pulmón verde de la ciudad.
Por Yessica Gómez Giraldo*
ygomezg1@eafit.edu.co
A las seis y media de la tarde de un viernes, un grupo de personas está reunido en un punto del Jardín Botánico de Medellín a la espera de que inicie una de las nuevas atracciones del lugar: “Recorrido con linternas: la vida en el Jardín cuando se va el Sol”.
Un hombre canoso, de gafas ovaladas, sale de entre los arbustos. Sonríe. En su pecho lleva amarrada una mochila y entre sus manos un par de linternas. Les habla a los visitantes de esta noche.
-Sean bienvenidos al pulmón de la ciudad, nuestro Jardín Botánico. Soy Norberto López y hoy seré su guía en el “recorrido con linternas”
La gente pronto se congrega. Guarda silencio y escucha con atención las indicaciones sobre el recorrido que harán. Algunos juegan con sus linternas en sus manos, ansiosos por empezar. Un niño de ojos grandes y cabello muy ondulado enciende y apaga la linterna atada a su frente. Otro juega a no dejarse atrapar de su mamá.
El viento fresco de la noche choca contra los cuerpos y los árboles. Las hojas caen y se escucha un suave golpe en el suelo. Norberto habla con emoción sobre las características de las plantas, las especies y la historia del Jardín. Cuenta que en el pasado fue una finca llamada “El edén” y que se convirtió en el Jardín Botánico en 1972.
También relata la historia de “árbol viejo”, una planta de más de 150 años que es sagrada para muchas comunidades ancestrales de Colombia. Ahora hace parte del logo del parque.
-La leyenda dice que del agua, que guarda los árboles como “árbol viejo”, nació el Amazonas y de sus ramas el Pacífico y que con su conocimiento sabía cómo estar siempre preparado para la sequía. Los invito a abrazar a “árbol viejo” y pedirle sabiduría y permiso para empezar nuestra noche.
Con curiosidad, las personas tocan y observan la corteza del árbol.
Aparece el segundo guía de la noche. Se trata de Vladimir, experto en mariposas. A medida que él y los visitantes se sumergen entre los árboles, la penumbra aumenta y se intensifica la sinfonía de esta noche: cantan los grillos, chillan los murciélagos, ululan las lechuzas, crujen las hojas secas, habla Vladimir. .
El guía señala a un lado y al otro del camino. Muestra las plantas y flores que se abren solo en la oscuridad y que se iluminan ante el reflejo de la luz ultravioleta de la linterna más grande. Todos caminan a paso lento, atentos a las palabras de Vladimir y al lenguaje de la naturaleza. Los ojos están alertas ante cualquier movimiento y las manos, frenéticas, iluminan hacia todos los lados: intentan encontrar un oso perezoso, una iguana arisca, una tortuga calmosa, un murciélago asustadizo o un insecto valiente que se deje observar.
-¡ ¿Cómo pueden dormir tan temprano?! – exclama Joshua, frustrado por no poder ver ningún animal.
-¡Un murciélago! – señala un hombre sobre su cabeza mientras una sombra pasa veloz encima de todos.
– ¡Isa, mira aquí! Es un grillo – grita otro hombre llamando a su compañera para que observe un grillo morado por la luz ultravioleta
-Cero tortugas, cero micos – se vuelve a oír la voz de Joshua. Esta triste
Luego de haber observado distintas orquídeas, insectos, mariposas, murciélagos y algunos patos, que volaron desesperados sobre el lago cuando algunos se acercaron demasiado a la orilla, el grupo llega al Jardín del Desierto para tomar un descanso mientras beben una soda con sabor a frutas de una elegante copa de cristal.
– ¡Sí! – se oye.
– Una pequeña lechuza – se alza la voz de Vladimir mientras señala con la luz de su linterna el lugar donde una lechuza bebé, color marrón, se aferra a una rama de un árbol mientras con sus grandes ojos mira a sus espectadores.
-Nos está mirando, mira que mueve la cabeza
-¡Ah! Como brillan sus ojos
-Debe creer que está en la alfombra roja
Los visitantes observan maravillados la lechuza. Sin embargo, Vladimir los interrumpe y los hace avanzar. Les entrega pañoletas para que se venden los ojos. Algunos están reacios, pero al final todos quedan en completa oscuridad. Avanzan en una fila, aferrados de las manos o los hombros. El guía los orienta con el suave sonido producido por una maraca, hecha con lentejas. Los lleva a una mesa donde sus sentidos se pondrán a prueba.
– ¡Uy que rico! – exclama un hombre ante el sabor de una mermelada de uchuva.
-Son como plumitas de algo – murmura una mujer un poco indecisa
-¡¿Son sesos de qué?! – responde Vladimir mientras ríe. La mujer se sobresalta y deja sobre la mesa una planta en forma de algodón.
Cada persona pasa por la mesa. Allí prueba, toca, huele y agita cada cosa que es puesta en sus manos, su boca o ante su rostro. Se escuchan risas, murmullos y gritos. Caen las vendas y ante las miradas aparecen cáscaras de naranja, hojas secas, frutos, semillas, flores, piedras, trozos de corteza y muchos otros.
Vladimir los guía a tomar un té y se despide:
-Recorrido con linternas busca que conozcan, disfruten, vivan el jardín. Que puedan interactuar y ver interactuar a la naturaleza, aprender un poco y descubrir con la luz ultravioleta. Esta es la cuarta vez que damos el recorrido y se continuará haciendo el segundo viernes de cada mes, así que quedan invitados a volver y convidar a sus amigos y familia para que en vez de ir a dormir temprano vean los secretos de la vida nocturna. Gracias a todos por asistir.