Acampar para resistir
Hoy, 2 de noviembre, los medios de comunicación se han dejado de manifestar respecto a la situación que están viviendo las universidades públicas del país. 33 días en paro, sin asistir a clase, después de haber vivido una marcha el pasado 10 de octubre que paralizó la ciudad, erizó a los asistentes y fue de primera plana durante una semana entera en los periódicos nacionales.
Con serenidad y sin nuevas noticias, sabemos que hay un grupo de estudiantes que desde el pasado 31 de octubre, después de haber vivido la marcha de Halloween en la que se vieron disfraces que alegran e indignan, duermen dentro de la Universidad de Antioquia, en un campamento que se mantendrá hasta el día en el que finalice el paro nacional.
Por John Alexis Restrepo Giraldo e Isabella Vallejo López
jarestrepg@eafit.edu.co / ivallejol@eafit.edu.co
Salimos de la Universidad Eafit sin saber con
qué nos encontraríamos, no sabíamos si continuaban allí, esta noticia y este
espacio no han sido de renombre en los últimos días.
Tomamos el Metro en la estación Aguacatala, un trayecto de 20 minutos que atraviesa de sur a norte, pasando por 10 estaciones desde las que se ve la infraestructura paisa. Llegamos a Universidad, la estación del Metro con acceso a una gran cantidad de lugares turísticos de Medellín, como el Parque Explora y el Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe.
De ahí caminamos hasta encontrar las puertas abiertas de la Universidad de Antioquia, que fundada en 1803 y es la segunda mejor universidad del país, según Sapiens. Solo mostramos la cédula y ya estábamos adentro, no sabíamos qué camino tomar, a quién preguntar o qué hacer.
Avanzamos unos metros caminando entre bloques desconocidos y llenos de dibujos y letras de colores que denotaban la lucha constante por la educación, el feminismo y la revolución. Siguiendo la letra de “Sin documentos”, de Los Rodríguez, giramos a la izquierda en el bloque 18 y nos encontramos con una enorme olla humeante, con olor a leña y chocolate, perteneciente al campamento estudiantil.
Dimos una vuelta por este, visualizando las carpas distribuidas con distancia por la Facultad de Ingenierías; unos dentro de los bloques y junto a las columnas, otros en el pasto y en los corredores, fue en este último lugar donde nos encontramos con Simón, quien se convirtió en el guía que estuvimos buscando, fue nuestro bastón, entre lo que veíamos y queríamos ver.
Simón, estudiante de Antropología y un luchador de la educación, con una coca con huevo y plátano, que acompañaba con un vaso plástico con chocolate, llegó desde el pasado miércoles a dormir en una carpa que no supera los dos por dos metros, ese será su hogar por un tiempo, para el día de hoy, espera irse a dormir a su casa, dejar un poco la incomodidad, pero no olvidar que la lucha sigue y que no piensa parar hasta que el gobierno acepte sus peticiones, un listado que no solo va en lo económico, como muchos piensan, sino también en la calidad de las políticas públicas.
El día anterior fue el encargado de hacer el
almuerzo, un sancocho para sesenta personas que se preparó con algunas
donaciones y materiales aportados por profesores, que también se
encuentran en paro; sus papás no se manifiestan al respecto, lo único que le dicen es que, si está en paro, qué hace tanto en la universidad, pero: “en el paro me siento que estoy más ocupado que cuando estoy en período regular, porque es un momento de activismo político muy elevado”.
Así, acompañados de música hippie y rock argentino clásico, que llena de sonido la universidad, y que su único objetivo es perturbar las clases de los que “son más ajenos al tema”, como denomina Angélica a los estudiantes de la Facultad de Ingeniería que siguen asistiendo a clases, aunque la algarabía de la acampada no se los permita.
Angélica quiere ser profesora. Estudiante de segundo semestre “aunque no lo pueda terminar”, su mentalidad está en revolucionar la educación para que sus futuros estudiantes puedan acceder en el mañana a la formación que a ella hoy no le están financiando, la educación que va de picos hacia abajo.
En este campamento lo fundamental ha sido el
orden, aunque solamente llevan dos días en el proceso, han desarrollado unos
comités para distribuir las tareas y
en los que participan de
cuatro a seis estudiantes, acompañados por algunos más que se solidarizan; tienen tres comités fundamentales: comida, seguridad y aseo. El de comida es el que define quiénes serán los cocineros; el de seguridad, quiénes cuidan en las noches mientras los demás duermen; y el de aseo, que se encarga de la limpieza y orden del espacio; todos varían diariamente para distribuir equitativamente las tareas.
Esto nos explicó Agu, aunque al inicio estaba algo tímido, con el tiempo se desplegó y nos comentó algunos proyectos que surgieron a partir de este paro, tales como el comité de género, que se fundamenta en desarmar las agresiones de género en el ambiente estudiantil.
El entorno del plantón que hacen los estudiantes aún no tiene fin, hay cuatro delegados que enviaron a las mesas de conversación en Bogotá, quienes se encuentran acampando en la Universidad Nacional con sede en la capital colombiana.
Ellos son los únicos que podrían notificar el fin del paro y del campamento, pues allí es donde todas las universidades toman las decisiones, como lo indica Angélica. Los rectores estuvieron en mesa de diálogo con el gobierno, se llegó al acuerdo y se ordenó retornar las clases, pero los estudiantes no lo harán, por una razón tan sencilla como no tenerlos en cuenta en las conversaciones.
Para el día de hoy, el encuentro empezaba al mediodía, dos cine foros y un taller de derechos humanos, que estará enfocado en pensar en el mañana, en lo que se haría si el temido, pero derribable Esmad se aparece por las grandes vigas que protegen esta universidad que carga en su historia las protestas más fuertes de las universidades públicas colombianas.
Cada tres días habrá
cambio de facultad, la siguiente es la Facultad de Ciencias Humanas, allí
iniciarán un nuevo campamento que se moverá por toda la universidad, sin dejar
un solo lugar afectado por el humo y el olor a madera quemada que dejan los
desayunos y almuerzos que hacen por amor a la
educación.
Es así como a través de la mirada de estos tres estudiantes que guardan esperanza de un gobierno que los apoye, se evidenció cómo muchas personas sienten este paro y acuden a manifestarse de muchas maneras para que tal vez, algún día, las demás personas entiendan lo hermoso e importante de esta lucha por la educación que, a fin de cuentas, es lo único que le queda por salvar a nuestro país.