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Violencia sexual contra la mujer, un delito escondido

Las cifras sobre violaciones sexuales en Colombia estremecen: cada 44 minutos una mujer es violada en el país, según un estudio realizado por la Oxfam y la ONU entre 2001 y 2009. Lo grave es que esta situación no ha cambiado mucho desde entonces y muchas no se denuncian.

Por Andrea Vargas Arango

andreavargasa@eafit.edu.co

 

Era el primer sábado de octubre del 2011. María (nombre cambiado para proteger su identidad), salió de su trabajo doméstico en el barrio El Poblado y se dirigía a su casa en la Comuna 13 de Medellín. Recuerda que llegó a eso de las 4 p.m. y los sectores cercanos a su casa estaban muy despoblados, aunque sin ninguna novedad.

La comunidad venía siendo avisada del cambio de jefes en las bandas delincuenciales y por ello pedían que no salieran mucho de las casas y que no “dieran papaya”. Por esos días circulaban panfletos que mencionaban los comportamientos que debían tener las mujeres, entre ellos los lugares a los que podían asistir y su forma de vestir: no usar falda, vestidos o algún tipo de prenda con la que se viera las piernas.

“Yo no le paraba bolas a este tipo de advertencias porque para mí no había nada de malo y era mi estilo de vestir”, recuerda con tono nostálgico, como si la vestimenta de ese día hubiera sido la culpable y no el abuso de aquellas personas que ejercen un poder ilegal.

Faltando dos cuadras para llegar a su casa, tres hombres encapuchados y vestidos de negro, integrantes de estas bandas, se acercaron a ella, la arrinconaron en una esquina que daba contra un parqueadero olvidado y allí hicieron lo que quisieron con ella.

Abusaron sexualmente, la maltrataron y al final la tiraron al suelo. Entre carcajadas se fueron diciendo: “¡Eso te pasa por andar mostrándote! Entendé que lo que decimos nosotros es para cumplirlo y la que se esté dando de muy chimbita le pasa eso… andá y corre la voz”. Fueron hechos y palabras fuertes ejercidas por un control ficticio y dañino que no conoce de normas, ética y leyes.

“La verdad es que yo ya perdoné a las personas, por no decir bestias, que me hicieron esto, pero las heridas y los recuerdos por siempre quedarán”, recuerda con dolor.

¿Denunciar?

María se animó a denunciar. Al igual que ella, hay otras más pero son muchas las víctimas que se quedan en el abuso y no acuden a la justicia penal. Según un estudio realizado por la campana colombiana “Saquen Mi Cuerpo de la Guerra”, entre los años 2001 y 2009 el 82,15% de las 489.678 personas abusadas en algún caso de violencia sexual no denunciaron los hechos.

A pesar de las campañas educativas y preventivas, la triste realidad es que estos delitos siguen ocurriendo. La Alcaldía de Medellín ha implementado proyectos que contemplan obras de teatro impulsadas por la Secretaría de las Mujeres para intervenir 47 instituciones educativas de diferentes comunas y corregimientos de la ciudad, aunque aún no es suficiente.

En algunas zonas, los integrantes de las bandas delincuenciales han hecho de la violación a las mujeres un hecho para intimidar a la comunidad del sector y ejercer control sobre ellos. También utilizan la violencia sexual para vengarse, al igual que lo han hecho los paramilitares.

Entre el primero de enero de 2010 y el 31 de diciembre del mismo año se presentaron 1.137 denuncias de violencia sexual contra mujeres ante los Centros de Atención Integral a la Víctimas de Abuso Sexual de la Fiscalía (Caivas). De ellas, 726 eran de niñas, 105 de adolescentes y 159 de jóvenes.

Entre enero de 2011 y septiembre de 2012, la cantidad de denuncias por abusos sexuales en total se redujo a 655, según el boletín del Observatorio de Violencias Sexuales de la Alcaldía de Medellín. Sin embargo, queda en el aire el interrogante si el cambio en la cifra se debe a una menor incidencia o a una menor cantidad de denuncias por el recrudecimiento del conflicto en la ciudad.

Profundas huellas psicológicas

Psicológicamente, ser víctima de abuso sexual es uno de los acontecimientos más fuertes en la vida de una persona.

Las repercusiones son visibles tanto emocional como afectiva y físicamente, lo que lleva a que las víctimas se sientan temerosas de llevar los casos a la justicia. Marcela Moreno, psicóloga de la Universidad San Buenaventura, habla de una violación como “uno de los peores sucesos que puede vivir una persona” y asegura que los problemas que puede llegar a tener son muchos, algunos incluso a largo plazo.

El estrés postraumático es quizá una de las consecuencias más comunes, que puede llevar a ataques de pánico. “El momento de la violación puede ser como una película que la victima está constantemente viendo. Son escenas que se pueden revivir en cualquier momento y cualquier situación”, dice la sicóloga.

La ansiedad generalizada también es un fenómeno recurrente en las víctimas y puede aparecer en cualquier momento. “La memoria de los sentidos puede volver a traer imágenes de la violación y hacer que esa película se vuelva a revivir”, asegura Moreno. Incluso personas con un tono de voz parecida a la del agresor o el tono de piel o algún olor puede llevar a revivir la experiencia.

Marcela Moreno afirma que aunque es un “acontecimiento fuerte”, es un hecho que puede ser superado y lograr que este no afecte el desarrollo de la vida de la persona víctima del abuso, por ejemplo en las relaciones sentimentales, la seguridad y el autoestima.

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