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El cartel de la coca

Por: Alejandro Arboleda Hoyos – aarbol12@eafit.edu.co

Dónde almorzar es un asunto que nos aqueja a diario y viene acompañado por una sensación que se manifiesta, muy a menudo, cuando el reloj está por marcar el mediodía. En el salón de clase o la oficina, nuestro reloj biológico cuenta cada segundo que resta para que llegue la sagrada hora del almuerzo.

No existe restaurante con tanta variedad y oferta como el hogareño. Allí es donde encuentro mi solución a la pregunta diaria de qué almorzaré, en ese recipiente ergonómico, también llamado la “coca”, que me permite empacar todo lo que se me antoje.

Ese es el “cartel de la coca” que aquí defiendo, que más que un cartel en el sentido estricto hace referencia al grupo de quienes llevamos, desde la casa, alimentos al trabajo o lugar de estudio.

Económica, balanceada, variada y para todos los gustos. Así es la famosa coca. Ella desempeña un papel fundamental en la alimentación de los que pertenecemos a este cartel, pues nos permite llevar la comida que nos gusta, hecha con nuestra sazón preferida, la de la casa.

Quienes más valoran y destacan la función de este popular recipiente son los vegetarianos, que suelen tener poca oferta a la mano. También los solteros, que encuentran en ella una solución rápida y útil y los ahorradores, que preferimos no derrochar a la hora de comer. Tanta es la acogida de esta alternativa que le hace competencia al menú del día de cualquier restaurante.

ZonaJobs Colombia, un portal de empleo que realizó una encuesta sobre los usos y costumbres del ambiente laboral, demostró en un informe del 2012 que el 56% de los encuestados lleva el almuerzo de la casa. Sólo el 25% almuerza en un bar o restaurante, el 7% almuerza en su hogar y 6% tiene servicio de comida en la empresa.

Este estudio, que consultó a 679 trabajadores de todo el país, demuestra que en el ámbito laboral triunfa “el cartel de la coca”. Más de la mitad de las personas consultadas confirmó que esta alternativa es recurrente y oportuna, para la variedad y el bolsillo.

Entonces decidí consultar en Eafit, mi lugar de estudio y trabajo, cuál era la elección más frecuente para almorzar: la “coca”, la compra o la casa. Encuesté a sesenta personas: treinta estudiantes y treinta empleados. Y estas fueron las cifras:

Entre los treinta empleados consultados, trece traen la coca, el 43.3%. Once deciden comprar en las cafeterías, el 36.6%. Y seis almuerzan en casa, el 20%. Entre los estudiantes, doce traen el almuerzo –el 40%–; diez deciden comprar en la cafetería –33.3%– y ocho comen en sus hogares.

Evidentemente son más los empleados y estudiantes que recurrimos a la coca con regularidad. El gusto por la comida casera o por cocinar, el sabor, la necesidad de dietas balanceadas y la economía, fueron algunas justificaciones de los encuestados al preferir esta opción.

Y hay otra razón para cargar la “coca”, para pertenecer o invitar a alguien a este cartel: un almuerzo colectivo con los compañeros nos da paso a una reunión social para preguntar, aprender, compartir, curiosear y sorprenderse de la gran variedad de opciones que ésta presenta.

Y es que este recipiente viene también en múltiples presentaciones. Hay algunos que las prefieren de vidrio; otros que las preferimos de plástico y herméticas –para evitar la regada de la sopa–; algunos son amantes de los colores vivos y hay incluso fanáticos que las consiguen en todos los tamaños para llevar desde el arroz, las tajadas y la carne, hasta atún, condimentos, salsas y postre.

A las voces críticas de la “coca” les propongo hacer un almuerzo colectivo donde nos sorteemos el ingrediente que cada uno llevará, e incluyamos a nuestro amigo soltero, casado, vegetariano o de otra cultura. No se puede juzgar sin probar, y así podremos hacer un picnic de recetas y sabores de casa, para fanáticos de la experimentación con la comida, apto solo para quien se le mida a integrarse al “cartel de la coca”.

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