El “Champion” alimenta a los futuros talentos del fútbol

Gonzalo Morales Díez ha cocinado para muchos tipos de comensales, desde paramilitares hasta futbolistas. Hoy prepara los alimentos para las divisiones inferiores del Envigado F. C. y desde la cocina del equipo cuenta las infidencias del club que quizá más futbolistas ha llevado del anonimato a la gloria.

Por Camilo Montoya
bitacora@eafit.edu.co

Bajo una gorra blanca por la que se asoman incipientes gotas de sudor y unos cuantos cabellos blancos que amagan con tocar las orejas, unos ojos inquietos, oscuros como el carbón, se mueven al vaivén de un cuchillo que corta en rebanadas los restos de un pedazo de plátano. Su cuerpo se desplaza rápidamente. Del cuchillo pasa a la sartén, de la sartén a la nevera, de la nevera al fogón.

No se queda quieto. Su frenesí y su delantal naranjado, que en realidad es un peto deportivo, le hacen parecer una mancha colorida que se apresura con soltura en la tenue luz de la cocina. Al fin sale de su guarida con un plato de almuerzo y se lo entrega a un joven futbolista que reposa, solitario, en una de las mesas del comedor. “Gracias Champion”, le dice el joven.

Lo llaman el “Champion”, pero su nombre verdadero es Gonzalo Morales Díez. Él es el encargado de la alimentación de los jóvenes que se perfilan como las nuevas promesas del fútbol criollo, pues residen en la que se considera la mejor escuela de fútbol del país: la Cantera de Héroes del Envigado Fútbol Club.

Por esta misma institución han pasado los nombres de James Rodríguez, Freddy Guarín o Dorlan Pabón, hoy figuras del balompié nacional, que compiten en las mejores ligas de Europa.

El “Champion” reconoce la importante responsabilidad que tiene en el equipo. Su amplia trayectoria en restaurantes de Medellín y la tradición culinaria que lleva en la sangre no lo hacen dudar de que esté en el lugar indicado. Incluso, a sus particulares referencias en el mundo de la comida se le suma la interesante anécdota de haber cocinado para un grupo paramilitar en las entrañas de la selva.

Su cocina entiende de todo, desde el guiso más exótico hasta el plato típico antioqueño, la bandeja paisa, del que es especialista. El “Champion” no tiene una carrera culinaria profesional, su conocimiento lo ha fundado sobre la experiencia que le han dado diferentes restaurantes de toda Colombia y algunos programas de televisión e Internet que ve “para aprender a preparar otros tipos de comida”.

Oriundo de Fredonia, Antioquia, en su juventud también tuvo un ligero acercamiento con el fútbol profesional. Jugó por un tiempo en un equipo de Sabaneta en el que incluso llegó a hacer buen dinero, aunque siempre, a pesar de ser un buen jugador, supo que lo suyo no era el balón. Aún así nunca le perdió el amor a este deporte. El “Champion” es de esos que apoya fervientemente el balompié nacional. Inclusive, para él, el mejor jugador del mundo no es ni Messi ni Cristiano, es Falcao “y con creces”.

La vida de este personaje que deambula por los pasillos del Polideportivo Sur de Envigado -estadio que además de ser el campo oficial del Envigado Fútbol Club también aloja a los jóvenes de la Cantera de Héroes- transcurre entre las gambetas y los platos.

Su porte paternal y su amabilidad le han llevado a construir un vínculo de familia entre los jugadores que se rotan semestralmente por la escuela de fútbol. Y aunque no es mucho el tiempo que lleva en la institución, ya la conoce a profundidad.

 

¿Hace cuanto cocina?

“La experiencia mía dentro de la gastronomía ha sido más bien extensa. Tengo un proceso de más de 20 años metido en esto. Hay algo de herencia, de la abuela, de mi mamá. En este momento, de 10 hermanos que somos, casi todos cocinamos.

Yo he tenido experiencias muy profundas: aparte de cocinar para el Envigado Fútbol Club, yo fui chef de las Autodefensas Unidas de Colombia”.

 

¿Entonces cocinó en el monte?

“Sí. Yo cociné en el monte. Estuve allá más o menos unos 7 u 8 meses. Cuando hubo la desmovilización, yo me bajé para la ciudad y estuve recorriendo por 3 años el país. Fueron una cantidad de experiencias muy agradables, aprendí mucho. Me di cuenta de una cantidad de cosas que no sabía, de platos que no sabía procesar”.

 

¿Cómo es cocinarle a las Autodefensas?

“Cocinarle a los rasos es muy fácil, casi todo es tirado: bulto de papa, bulto de arroz, bulto de maíz. Todo es por bultos. No se concentran mucho en el sabor de un alimento, les importan las calorías, la energía, los carbohidratos, las vitaminas, es decir, todo lo que el cuerpo requiere para conservarse.

¡Allá había una discriminación! Se fabricaban dos clases de alimentación, una para los ‘blancos’ y otra para los ‘negros’… Es que como eran tantas personas”.

 

¿Cómo llegó a las Autodefensas?

“Pura coincidencia. Puro anhelo. Yo he trabajado en los mejores restaurantes de Medellín y también en hoteles y otras partes, pero siempre anhelaba tener esa experiencia de estar metido en el monte y saboreármelo como me lo saboreé.

Fue una experiencia súper agradable, yo creo que hizo parte de mi vida en una forma muy profunda. Yo me di cuenta allá lo que es realmente aguantar hambre, no porque la haya aguantado, sino porque yo lo veía”.

 

¿Después de eso fue a dar al Envigado?

“Yo me desmovilicé en el 2007 con el Bloque Central Bolívar de las Autodefensas y me quedé sin hacer nada a pesar de tanta cancha y tantos conocidos en restaurantes y hoteles. No fui capaz de adaptarme a ellos porque es un régimen muy estricto. Hay un orden impresionante. Uno tiene que ser impecable. A veces se formaban unas horas de trabajo muy largas y muy extenuantes, entonces yo me enfermaba.

Un día me dije: ‘si voy a trabajar es de cuenta mía, yo no voy a ir todos los días a presentarme a una parte’. En ese entonces unos amigos míos me convocaron y me presentaron acá, en el Envigado Fútbol Club. Al principio le cocinaba solamente al dueño, a Juan Pablo Upegui, en las fincas, en los paseos.

En cierta ocasión, los jugadores de la sede se vinieron a quejar porque no había un buen sabor, y yo con la experiencia que tenía, además que me fascina, me le apunté”.

 

Alimentando futbolistas

¿Qué les cocina a los jugadores?

“Acá tienen establecido un menú. Manejamos por cantidad los carbohidratos, las vitaminas y los minerales. Buscamos un balance entre lo que es una buena alimentación y que tenga buenos contenidos. Lo que son las pastas son indispensables para un futbolista, pero los muchachos se cansan, entonces procuramos variar en la comida y en el almuerzo.

En el desayuno siempre les tenemos una buena taza de chocolate espeso y con buena leche, también harinas, pan tajado o las galletas, 40 gramos de queso, un huevo, su arepa y fuera de eso yo les encimo un calentado”.

 

¿Qué es lo más difícil de cocinar para un club de fútbol?

“Llevarles los caprichos a todos porque vienen de otras partes del país donde la gastronomía no es igual a la de los paisas, pero proporcionarles a ellos esa fuente de alimentación es una satisfacción grande. Me gusta, me fascina.

A uno a veces sí le da algo, pero entonces uno piensa: ‘los muchachos necesitan una alimentación y lo que no le gusta a uno, no le gusta, no se lo come’, entonces uno trata de llevarles los caprichos”.

 

¿Cuántos muchachos hay en este momento?

“En este momento tengo 20 jugadores”.

 

¿Los jugadores que llegan de lejos han tenido problemas para adaptarse?

“Sí. Acá han llegado muchachos que vienen con la familia y han durado un día. Pero acá hay una política, si una persona quiere algo o tiene logros o quiere prosperar, de pronto tiene que adaptarse un poquito a un sufrimiento”.

 

¿Qué sufrimiento?

“Que estén por fuera de la casa, primero que todo, y segundo, que los aposentos y las condiciones no sean las mejores”.

 

Por fuera de la cocina, ¿cómo es su relación con los jugadores?

“Excelente. Una belleza. Yo los quiero. Yo tengo 52 años y ellos son muy jóvenes, pero uno se acostumbra. A veces uno está más tiempo aquí que en la casa. Llevo 3 años trabajando acá y nunca he tenido problema con ninguno, en absoluto”.

 

A veces la disciplina de los jugadores puede verse afectada por distintos vicios, como el alcohol o el cigarrillo. ¿Cómo maneja estas situaciones?

“No he podido compaginar con ellos con esos temas. A mí no me permiten entrar a las habitaciones, ni a tomar, ni a traer mujeres o a formar bochinches. Yo soy muy aparte en esa cuestión de ellos, aunque sí los critico mucho y les digo que mucho cuidado, que yo soy aquí como su papá y estoy autorizado para comentar toda anomalía que vea. Ellos se cuidan mucho de mí y yo me cuido mucho de ellos”.

 

¿Recuerda a algún jugador en especial?

“Sí, a Juan Fernando Quintero (hoy en día jugador del Pescara Calcio de la Serie A italiana). Yo lo conocí a él cuando le cocinaba al jefe. Él siempre se me hacía a un ladito y me decía ‘bastante, bastante pa’ mí’. Como él era una persona humilde, pobre, a veces me decía que le colaborara y que lo llevara a la casa, que no tenía con qué pagar el transporte y yo lo llevaba”.

 

La escuela de fútbol del Envigado es considerada la mejor del país. ¿A qué se debe esto?

“A los profesores. Ellos saben de las condiciones tanto físicas como morales de las personas. Los profesores que están formando estos semilleros son los responsables del éxito del Envigado Fútbol Club. Si no hay buen profesor, no hay buen alumno”.

 

Dicen que el Envigado es un club que no aspira a los títulos, sino que solo se preocupa por formar jugadores para venderlos. ¿Qué opina de eso?

“Estamos en esa polémica. Si no fuera por esa venta de jugadores, el Envigado Fútbol Club de pronto no existiría… Usted sabe que el fútbol ha sido negocio toda la vida, pero el Envigado necesita también ser campeón, que es la prioridad de todos los equipos. No sabemos qué va a pasar, yo te lo digo sinceramente. Pero ya han pensado mucho en eso. Se preguntan ¿y los títulos qué?”.

 

¿Los muchachos que llegan a las divisiones inferiores tienen esa aspiración a lograr títulos con el club o solo ven en el equipo una oportunidad para perfilarse a equipos de mayor importancia?

“En la mentalidad de muchos jugadores lo primero es el éxito y el dinero. No conozco sobre la tierra un jugador que no lleve en la frente la marca de pesos. Pesos y fama. Entonces la mentalidad de todos los jugadores que llegan aquí es esa, no servirle al Envigado sino formarse aquí, que se venda al exterior y que le paguen bien”.

 

¿Siente tristeza cuando algún jugador se va de la escuela?

“No. No me pasa eso. Hay una cosa que para mí es desagradable y es que cuando echan a un muchacho para la casa, en muy contadas veces, casi nunca vienen a despedirse o a agradecerle a uno. No me duele tampoco porque toda la vida ha sido así”.

 

¿Qué tan cercano es a la plantilla oficial del Envigado, a la parte técnica y a los directivos?

“Muy cercano. Yo hablo con todos. Soy muy amigo del profesor. Fuera de hacerles comida a los muchachos del semillero también les hago comida a ellos. En un mes, dos o tres veces, les hago un asado o un sancocho. En esa relación de alimentación con el jugador, el profesional, directivos o profesores, yo compagino y vivo muy cerca de ellos”.

 

¿Cuál es su plato favorito?

“El sudado”.

 

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